Aquella mujer venía desde Caracas a visitar a sus padres, quienes vivían en una campiña por allá en Barbacoas, estado Guárico. Apenas llegó a la casa, abrazó a su madre y le dijo:

• Mamá, quiero ir al río de una vez. Vamos, acompáñame.
• Pero, Ofelia. Deja el apuro- le respondió la mamá-. ¿Por qué primero no comes algo y te echas una ducha?
• No tengo hambre, mamá.
• Está bien, hija. Yo te acompaño. Ahí mismo está el río, como siempre, detrás de nuestro patio. Ya vamos para allá.
  Madre e hija llegaron a la ribera de aquel riachuelo. En eso la hija se introduce al agua y se echa bocarriba.
• ¿Pero, qué te pasa, hija? Metiéndote en el agua con todo y ropa. Por lo menos te hubieras traído unos chores.
• No importa madre. Allá en Caracas yo soñaba estar así, como cuando era niña que pasaba largos ratos echada en el agua mirando el firmamento. Es difícil vivir como un preso en una ciudad y puro extrañando el pasado.
• Está bien, hija. Como quieras.
• Además, tenía como diez días sin bañarme. Andaba oliendo a burro muerto.
• ¿Y eso?
• En Caracas falla mucho el agua e, imagínate, uno viviendo en un apartamento en un décimo piso, donde a veces hay que subir o bajar por las escaleras a causa de los apagones.
• Eso de vivir sin agua debe ser algo bien feo.
• Por eso es que me he metido aquí con todo y ropa. Puede ser que el mal olor se me amanse. Los que venían en el bus a mi lado los vi que tenían la cara de un tono verde plátano y al bajarse se alejaron caminando en zigzag, como borrachos.
• ¿Y cuánto tiempo llevan sin agua por allá?
• Como dos meses. No me ha tocado de otra, pero he tenido a veces que bañarme en el Guaire.
• Uy, debe ser un rollo grande tener el baño sucio.
• Menos mal que me la paso estítica gracias a la harina de maíz que reparte el gobierno.
• ¿Y todavía estás tapada?
• Estaba, porque el bus paró en un restaurant donde me comí un par de arepas de pabellón con un vaso de café con leche y como a la media hora tuve que decirle al conductor que parara el bus un momentico. No me dio tiempo de meterme en el monte para que no me vieran y me hice caca en la pata del caucho trasero. Hasta ahí llegó el corcho que tenía atravesado en el colon.
• ¿Y tu esposo?
• No supe más de él. Se desapareció hace una semana. No sé si fue por mi mal olor, porque últimamente me miraba como gallina a la sal. Me dijo: “Ofelia, voy a jugar dominó donde Tulio. A lo mejor llego tarde”. Y hasta el sol de hoy. Pero ese es así, hay veces que se echa sus escabullidas.
• ¿Y tus dos muchachos, mis nietos?
• Bueno, ahorita se encuentran en el Oeste de África. Fue que hicieron una balsa con unos palos y arrancaron remando desde la Guaira con rumbo a Miami, dizque buscando el sueño americano, pero se pelaron y terminaron en Nigeria.
• ¿Y cómo harían para esquivar los tiburones?
• Les aconsejaron que llevaran un reproductor y los espantaran con discos de Lila Morillo y vallenatos.
• Bueno, Ofelia, ya te has remojado lo suficiente. Vamos a la casa para que comas.
• Todavía no, madre. Esto está sabroso. Esto es la gloria. Aquí podré practicar el yoga por algunos días.
• ¿Todavía practicas eso de andar engarruñándote como un cachicamo?
• Sí, madre. Ahora es cuando. Por eso la gente por allá cree que estoy loca. Pero no es así. Es una forma de uno darle salud al cuerpo y a la mente. Gracias al yoga he logrado encontrar muchísima paz, desprendimiento y cero preocupaciones.
• Mira, pero tienes que tener cuidado, porque si dejas solo el apartamento te lo pueden invadir los malandros. Y otra cosa peor es que te pueden salir cachos en la frente como a Shakira.
  Al escuchar esto último, Ofelia se sentó rápidamente mirando hacia adelante con los ojos explayados, sin parpadear y respirando profundo. Fue cuando dijo:
• Creo que mañana mismo parto de regreso.

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Invitando a: @mariami, @pnessy