La foto que compartiré esta semana tiene un gran significado para mi por el contexto en el que se desenvolvió. Estábamos en diciembre 1999, desde noviembre de ese año había estado lloviznando en gran parte de La Guaira y ya para ese momento habíamos tenido que "huir", si huir a Caracas a casa de unos amigos. El deslave del 99 había causado un gran desastre, uno de los más grandes en mucho tiempo.

Un mes antes ya se habían escuchado noticias de los derrumbes, damnificados y muertes producidos en Caracas a causa de las lluvias y en la Guaira varios ríos se habían desbordado causando inundaciones. Recuerdo que yo trabajaba como docente de inglés en el prescolar donde estudiaba mi hija, también en una academia de inglés localizada en Caraballeda, la cual desapareció bajo el lodo y las piedras que cedieron ante el poder de las aguas.

Desde el 16 de diciembre comenzó lo que podríamos llamar "La gran tragedia de la Guaira". Los cerros perdieron la batalla ante la lluvia. Se suscitó una implosión que dejó a muchos in hogar a otros sin trabajo y a muchos sin familia. Fue un diciembre muy triste, por decir poco.

El 19 de diciembre, por gracia de Dios, pudimos establecer contacto con unos amigos en Caracas, quienes nos dijeron que nos fuéramos a su casa. Nuestro apartamento estaba localizado justo frente al aeropuerto nacional donde comenzaron a llevar a los fallecidos y mi hija de 5 años comenzó tener fiebre y en ocasiones cuando dibujaba, las imágenes eran muy tristes. Decidimos irnos ese mismo día.

Llegamos a la casa de nuestros amigos y el rostro de mi hija cambió totalmente. Todo era diferente, la alegría había vuelto a su carita y con sólo ese hecho, yo también era feliz.