Arte y escritura/ Semana 40/ Recuerdos tristes de mis seis años/ Por @gemamedina

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Recuerdo ese día como si fuera hoy. Mucho movimiento en la casa, caras tristes, un denso olor a comida de restaurante por la imposibilidad de cocinar por días, mientras Rafael, mi padre, estuvo en el hospital. Mamá y mis hermanos se habían ausentado de casa, se turnaban en el hospital para cuidarlo.

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Ese día me llevaron a la visita de las dos. Entramos al hospital blanco por todos lados, paredes blancas, puertas blancas, batas blancas. En la habitación pude ver su torso desnudo, blanco, como el calzoncillo marca Wilson que llevaba puesto, también muy blanco. Sondas, olor a alcohol, jeringas, enfermeros que entraban y salían. La doctora con voz queda: "Saquen a la niña, que esté solo su mujer".

Luego, fuimos a la carrera 18, donde vivía Claudina. Nos montamos en su camioneta Ford. Yo tenía la ilusión de que por primera vez viajaría en el asiento del copiloto porque solo estábamos ella y yo. Pero no fue así. Abrió la puerta trasera y me indicó que me sentara allí. Le pregunté si podía ir a su lado y negó con la cabeza. Eso fue suficiente para saber que nunca sería su copiloto.

Una vez en su residencia, me dirigí al patio, hacia las matas de guayaba. Estaban verdes pero no me importó. Tomé algunas y comencé a morderlas. Una de ellas, por la dureza, me estropeó un diente que estaba por mudar. Las deseché. Pasaron las horas hasta que me tocó ducharme y cambiarme la ropa de colores por un vestido entre blanco y morado claro, con un gran lazo en la parte de atrás. Los zapatos eran los negros de patente, que lucían bonitos con las mediecitas.

Al llegar a mi casa, ya todo estaba dispuesto en la sala. Una caja de madera color caoba, las personas alrededor. Mi mamá recibía los abrazos y condolencias de las personas que llegaban en sus carros negros y se detenían frente al jardín de la casa. Poco a poco me acerqué hasta la ventanilla del ataúd y allí lo vi. Sus ojos cerrados y una pestaña que había quedado debajo de su ojo izquierdo. En mi inocencia quise retirarla de allí. Pero no pude, la ventanilla de vidrio me impedía tocarlo, abrazarlo, besarlo, con todo mi amor. Hasta hoy lamento no haberle removido esa pestaña para que luciera hermoso y fuerte como siempre lo había visto, a mi padre, a quien perdí siendo apenas una niña de seis.

Invito a @moy13 para que se una a este reto. Aquí está el link: https://steemit.com/hive-108800/@solperez/arte-y-escritura-semana-40-art-and-writing-week-40

Post configurado con el 15 por ciento de apoyo para la comunidad @venezolanos.

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Cuando se escribe siguiendo los latidos del corazón el lector lo agradece. Tengo tiempo leyendo tus impecables ensayos y relatos. Pero este texto podría calificarlo como el "Mejor entre los buenos".

La descripción del momento es perfecta, el sentimiento de impotencia al no poder tocar el cuerpo de tu padre para arreglarle la pestaña es memorable. Pienso que las hijas establecemos con los padres una conexión especial, que nos hace amarlos más que a nadie en el mundo. Esto me llegó al alma:

En mi inocencia quise retirarla de allí. Pero no pude, la ventanilla de vidrio me impedía tocarlo, abrazarlo, besarlo, con todo mi amor. Hasta hoy lamento no haberle removido esa pestaña para que luciera hermoso y fuerte como siempre lo había visto, a mi padre, a quien perdí siendo apenas una niña de seis.

Sol, Sol, los sentimientos se remueven al recordar lo pasado, pero aún así también nos dan fuerzas para seguir. Gracias por tus palabras que me emocionan una vez más.

 last year 

Besos pa' ti.

Una historia triste pero muy bien llevada, me gustó el ritmo que le das a los recuerdos, saludos.

Saludos, @silher. Sí, los recuerdos parecen ser autónomos, tener su espacio y ritmo propios. Gracias por tu visita y comentario.

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