Gracias a @xpilar por este nuevo concurso que pone en marcha la imaginación creativa, el viaje placentero a posibilidades fantásticas, de igual forma, mis deseos de bienestar a toda la comunidad @worldofxpilar.

_{Nada es Lo que Aparenta Ser}

^{Arte digital hecho por @xpilar}

Las montañas de hielo se mantenían como castillos en las aguas heladas reuniendo a un grupo de pingüinos por separado que observaban salir a flote a una Orca. Todo parecía girar lento en esa parte de la tierra acumulando las galaxias cercanas que iluminaban la vida.

Los pingüinos tenían un plan: nadar hacia el Iceberg más grande, pero el intruso indeseable los hacía dudar y agitaba el miedo. Ellos sabían que el hielo era frágil en esa parte donde se encontraban parados, sin embargo, a pesar de ser lentos en tierra firme la distancia cercana al montículo más fuerte los podía proteger a la hora de algún ataque repentino.

La Orca los detallaba recostada a la orilla del hielo como si estuviera al acecho, aunque por momentos daba la impresión de ser un viajero solitario, o estuviera tratando de decirles algo.

• ¿Qué le pasa doña ballena? - dijo uno de los cuatro pingüinos.
• ¡No te acerques!- murmuró otro pingüino con alarma -, puede ser una trampa.

La Orca emitió chasquidos que repetía con fuerza; de pronto escucharon un ruido como si alguien estuviera luchando por flotar o nadar, cosa que llamó la atención a los demás que permanecían en los bloques cercanos, entonces, decidieron echar un vistazo sumergiendo la cabeza para detectar un posible peligro. La ballena hundió su cuerpo al mismo tiempo en el agua desapareciendo, solo podía notarse una débil silueta que rozaba la capa débil del hielo.

• ¡Es un ballenato! – gritó un pingüino ubicado a distancia de los demás.

La Orca salió del fondo disparando aire con desesperación. No se trataba de un tipo de asedio sino de buscar ayuda para que su hijo pudiera conseguir algún modo de salir de la sombra que producía el denso hielo; Sus esfuerzos para ubicarlo habían sido inútiles; ella era muy grande, pero con poca capacidad para aguantar tanto tiempo la respiración.

Disparados como una bala, varios pingüinos descendieron de inmediato haciendo piruetas, y aunque es sus cabezas sonaba una remota posibilidad de ser comidos, podrían servir de carnada para que el ballenato se animara a perseguirlos. Ya no podía movilizarse sin ayuda, pero la habilidad del equipo de pingüinos resultó un éxito.

Un interminable abrazo reunió al ballenato con su madre. Agradecida, la Orca saludó con un aletazo contra el agua a sus amigos; jamás olvidaría el terrible recuerdo de lo que había vivido, asunto que los mantuvo con visitas recurrentes al filo del Iceberg.

FIN