Hoy inauguro mi primera publicación en esta comunidad, participando en la dinámica de nuestra amiga @solperez para dejar volar nuestra imaginación, tomando inspiración de las obras de Nicolás Poussin. En este caso, decidí usar "La masacre de los inocentes" (1628-1629) para crear mi relato.

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Había sido una mañana tranquila hasta que ocurrió la tragedia.

La plaza estaba poblada de ciudadanos haciendo sus quehaceres diarios, comprando frutas en el mercado, yendo a buscar agua en algún pozo, llevando a sus hijos a pasear. Esto último era lo que hacía Anaïs antes de que el sol se alzara en todo su esplendor a la hora pico.

Anaïs cargaba a su hijo en brazos, un bebé de tan solo un año de vida, mientras iba de camino al templo frente a la plaza del centro de la ciudad. Cuando César, su marido, se acercó con una rabia iracunda hacia a ella y le dio la vuelta bruscamente.

— ¿De quién es hijo este bastardo? — exclamó César, furioso.

— ¿De que habla, esposo mío? Este bebé es suyo, igual que mío — respondió Anaïs, confundida ante la pregunta repentina de su marido, y la violencia con que la trataba.

— De que ese bastardo solo hijo tuyo es, mío no, porque algún otro hombre yacio contigo antes de nuestro casamiento.

Anaïs escucho estupefacta la especulación de su esposo. ¿Por qué ahora rechazaba a su pequeño hijo Aurelio aludiendo tal blasfemia?

— Yo no he estado con otro hombre más que contigo — aclaró Anaïs con lágrimas en sus ojos — Solo a ti te he amado y a nadie más.

— Pues eso no es lo que dice la mujer de tu amante.

El enojo de César la tenía tan absorta que no noto la presencia de otra mujer a su lado, Beatrice, la esposa de uno de los sastres más reconocidos de aquel poblado, Favio. Anaïs la conocía de las ferias que realizaba cada año durante el verano junto a Favio, en donde Beatrice era felicitada por su rol de anfitriona ejemplar. Era una mujer hermosa, dulce y que se había ganado el respeto y admiración y respeto de muchas en aquella ciudad, Anaïs incluida. Aquella mujer la miraba con desdén, a ella y a su pequeño, y pudo percibir un movimiento anormal en la comisura de sus labios, parecido a una sonrisa, cómo si aquella situación le causará satisfacción.

— Favio le confesó todo a Beatrice, y ella no dudó ni un segundo en venir a contármelo a mí. Eres una mujer cobarde que no vale nada, una simple puta que se entregó a un hombre rico ante la más mínima oportunidad — gritó César zarandeando sus brazos, llamando la atención de quienes caminaban a su alrededor.

— ¡Pero eso no es verdad! Yo no he estado con ningún otro hombre además de ti... — Anaïs estaba al borde del llanto y le costaba mucho respirar. Sostenía con fuerza a Aurelio entre sus brazos y el pequeño sin entender nada empezaba a sentirse inquieto ante la fuerza de su madre al agarrarlo.

— Ese niño es solo un bastardo, fruto del pecado y la deshonra de una mujer como tú.

En ese momento César agarro al pequeño y lo lanzo en el sueño frente al templo. El bebé ante tal golpe empezó a llorar, ya había un tumulto observando lo que pasaba, asombrados.

Anaïs cayó al suelo y tomando de las piernas a su marido empezó a rogarle entre sollozos:

— ¡No le hagas daño, por favor! Es tan solo un niño libre de todo mal. ¡Él es tu hijo y de nadie más!

— No puedo creerle a una mujer como tú. Tu bajeza condenó a este pequeño.

César puso su pie encima del cuello del bebé, asfixiándolo, mientras que el bebé alzaba sus brazos y lloraba sin tener la capacidad de hacer algo en su defensa. Anaïs abrazada a las piernas de su esposo le seguía rogando a Cesar, le dejaba rasguños y golpes, pero nada que sirviera realmente, hasta que César empuñó su espada, espada otorgada por ser un guardia de aquella pequeña ciudad, y dio el golpe final.

Paso en tan solo un instante. En tan solo un segundo los llantos cesaron y la sangre se derramó. Las personas alrededor huyeron despavoridas, y las madres que allí se encontraban se llevaron a sus hijos lejos de aquel hombre tan hostil.

César limpió su espada y se fue sin mirar atrás. En el fondo quería matar a Favio también, pero eso sería otro escándalo más, y después de todo, Beatrice le había hecho el favor de contarle la verdad, así que lo dejaría tranquilo a modo de agradecimiento con ella. Porque a pesar de haber engañado a su mujer sabía que esta no quería matarle y le amaba.

Anaïs solo podía llorar sosteniendo los restos de su amado hijo, y no pudo ver cómo Beatrice se iba lentamente, acomodando su cabello, volteando la cabeza y sonriendo al ver que aquella mentira creada sin mucho esfuerzo fue suficiente para crear el caos que deseaba. Ella se había ganado el respeto y la confianza de todos, y nadie ponía en duda su palabra.

Así fue como inició la primera de muchas masacres de inocentes en aquel pequeño lugar, consumadas simplemente por el deseo de sangre de aquella mujer, quién al no poder tener hijos con su esposo Favio, usó su resentimiento para llevar a cabo una serie de tragedias a través de mentiras, y que no acabarían sino hasta muchos años después, con su muerte.

Espero les haya gustado. Se que fue algo largo, pero de repente todo empezó a fluir, y no quería cortarle las alas a la inspiración haciéndolo mas corto. Este fue un reto para mi y dejar salir aquella chispa de escritora que había dejado atrás, y me ha encantado. Espero poder seguir participando en esta dinámica tan interesante.

Invito a mi amiga @elvendork a participar en esta dinámica.

¡Nos leemos!