Lagarto Ojos de Fuego. Un poema infantil ilustrado

Estimados amigos, surgió este poema que siguió su propia fantasía pistolera. Y como él solito se fue tejiendo, lo ilustré y hpy lo dejo para la bondad de sus lecturas. Con seguridad, no pertenece a la serie del Chico Rata. Ya le encontraré su lugar.

Agradecida.

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Lagarto Ojos de Fuego tenía muchas agallas

y una pistola que un viajero le regaló.

Practicaba el tiro al blanco

y, en toda la región,

no había quien le igualase

en destreza ni valor.

Era rápido como el rayo,

silencioso como alacrán,

pero su picadura era más mortal.

 

Había cruzado siete desiertos

y en sus andanzas sin igual

había muerto siete veces

y vuelto a resucitar.

 

Un día, a su pueblo, llegó la malvada Bandolera Trenzas Largas

y pretendió a todos asustar:

Quitó los dulces a los niños

y a los borrachos del lugar

les quitó el güisqui.

 

Amenazando con su rifle,

un Winchester especial,

mandó a Lagarto a la cama

y sus dientes a lavar.

 

Por la mañana, muy temprano,

cuando el sol salió a pasear,

y sus rayos nuevecitos

quiso a todos prodigar,

(achicharrándolos un poquito),

la malvada Trenzas Largas

comienza órdenes a dar

(y no cesa hasta la noche):

Que se ponga los zapatos, descalzo no andará.

Que recoja los juguetes, y ordene el lugar.

Que beba toda la leche y no se hurgue la nariz.

Que deje tranquilo al gato y no recoja ni una lombriz,

ni un bicho,

ni una piedra,

ni una rata…

Hasta que Lagarto Ojos de Fuego estuvo harto y le dijo:

“¡Para ya!”.

Y plantando su pistola en el pecho de la Bandolera Trenzas Largas

a dejar el pueblo la conmina sin dudar.

 

Pero Bandolera Trenzas Largas sabe también largo mirar

(y tiene una voz de helado de nutella).

“¿Qué le pasa a mi niñito que no me quiere ver más?”, pregunta.

“Soy Lagarto Ojos de Fuego”, dice.

“Soy valiente. Estoy armado hasta los dientes.

Pico como alacrán, pero mi picadura es más mortal…”

Y se sacó los zapatos y comenzó a dar saltitos de pata coja.

 

Bandolera Trenzas Largas hizo muchas muecas de miedo.

Y le dijo: “Si te metes a la cama, te voy a leer un cuento”.

Y Lagarto Ojos de Fuego se metió en la cama.

Cuando estaba por dormirse, Trenzas Largas preguntó:

“¿A dónde irán esta noche tus sueños, Lagarto Ojos de Fuego?”

Pero él ya iba lejos, muy lejos por las dunas,

en un rápido caballo persiguiendo

forajidas luces en el desierto de otro tiempo.

Proceso

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