Vidas fragmentadas: Acto reflexivo Nº 1 - El autodominio un antídoto para la ira.

Como personas tenemos muchos motivos para llegar a sentir ira, aun sabiendo que esta no aporta ningún buen resultado, al contrario es la vía que muchos usamos como excusa para justificar un mal proceder. Hemos visto de muchas maneras como este sentir conduce a quienes se dejan dominar por ella, a actos muy dolorosos, vergonzosos y hasta fatales.

Pero a pesar de esto nos ha tocado muchas veces lidiar con la rabia ya que existen múltiples detonantes que son capaces de avivarla de forma casi instantánea. Entre ellos podemos mencionar la traición, los prejuicios, el abuso de poder, la desobediencia, maltratos tanto físicos como verbales, la maldad, las violaciones de leyes y principios entre otros.

Lamentablemente estamos rodeados de estas cosas antes mencionadas y el hecho de no poder evitarlas no llena de impotencia lo cual nos conduce simultáneamente a experimentar y explotar en lo que muchos conocemos en un ataque de rabia. Bajo su efectos nos sentimos con permiso de decir cuántas cosas pasan por nuestra mente, sin detenernos a meditar antes en ellas.

Siempre hemos sabido que bajo este estado llegamos a perder el control de nuestras emociones y acciones, es por ello que mucho llegamos a sentir arrepentimiento cuando actuamos en función de ella. De allí que muchas personas llegan a ser capaces de quitarle la vida a otra persona, porque permiten de forma absoluta dar riendas sueltas a lo que sentimos y nos haga perder completamente el control.

Hemos escuchado infinidades de veces como por venganza o rencor se comenten actos de violencias que no logramos a entender, quizás cometidos por personas a quienes no creíamos capaces de hacer. Sin embargo, actuando bajo la influencia de este sentimiento que pareciera conceder el permiso para actuar como queramos, nos conduce de forma desenfrenada.

En otras ocasiones solemos lastimar donde más les duele incluso a los seres que amamos y queremos, con palabras o acciones que llegan a convertirse en espadas de doble filo, debido a que una vez que recapacitamos llegamos a sentir mucho más dolor del que pretendemos ocasionar, llenándonos de remordimientos y vergüenza.

Consciente de todo esto debemos procurar en todo lo posible no ser presa fácil de la ira, sino más bien procuremos cultivar el autodominio el cual sirve de antídoto para contrarrestarla. Con esto no quiero decir que nunca vamos a sentirla, pero de hacerlos vamos a poder llegar en su momento a poder controlarla.

No siempre se logra descargar la ira con quienes no las provocaron y de forma irrazonable la pagamos con personas inocentes que nada tienen que ver con el asunto, por eso el dicho que la cuerda siempre revienta por lo más delgado, el que menos tiene que ver es el que más sale afectado.

El autodominio nos pone en ventaja para manejar y controlar de forma razonable lo que sentimos y hacemos, logrando por supuesto tener la facultad de sobreponernos y canalizar de forma correcta la situación, sin tener que causar daños o molestias a otras personas, que por lo general, terminan pagando los platos rotos como decimos coloquialmente de otros.

Por ello, no permitamos que la ira nos arrastre a actuar de manera egoísta y equivocada, usemos el autodominio para refrenar sus acciones que por muy justificadas que pensemos que están, siempre estas nos traerán consecuencias. Cuando cedemos a ella nuestra relación con las demás personas siempre se van a ver perjudicadas.

El autodominio nos permite gobernarnos a nosotros mismo, nos evita actuar de forma inapropiada y nos conduce a razonar y a no complicar más las cosas. Quienes nos sentimos incómodos por causar o que nos causen problemas, abrigaremos en nuestro diario vivir esta cualidad, que sin duda alguna servirá de frenos a los impulsos desfavorables de la ira.