NOVELA: Una Novela Sobre Mi Mismo. 1pte. Cap.1.3

in #artzone6 years ago


Saint Tropez by Bibendum84 @flickr

Atravesé la casa y salí a la playa y fui a buscar a Julia. Ella no me vio porque estaba de espaldas. Hablaba con un sujeto X y se estaba riendo. La tomé por el costado y con sorpresa ella se volteó. Su rostro estaba serio pero se sonrió tan pronto me reconoció. Yo cerré mis ojos y me dejé llevar hasta sus labios, que comencé a besar sin atender a ningún detenimiento.

Ella emitió un sonido, que sonaba a satisfacción. Seguimos en esa rutina un buen rato, sin separarnos. Teníamos frío, pero no importaba. Que el beso nos diera algo de calor, simplemente no importaba que se nos congelaran los pies en las aguas del mediterráneo. El X se había ido.

Tan absortos estábamos en nuestra rutina que ni nos dimos cuenta de que Celeste nos estaba llamando. Tenía la impresión de que ella, ahora al lado de nosotros, quería participar en nuestro trance, podría ser una impresión falsa. Y tal vez no.

Emy andaba cocinando, sirviendo, compartiendo, agasajando a quienes había recibido. Lo bueno es que ellos trajeron sus cosas, su comida y su caña y sus bebidas. Y no es que sea tacaño, es que odio a los abusadores, a los gorreros que no pelan una fiesta para colarse y consumir lo que halla. Estábamos sentados en la cocina y Celeste me trajo una taza de chocolate caliente y otra con fresas picadas sumergidas en el chocolate, para Julia. Estaba despierto y con ganas de beber. Julia se reía de lo que comentaba con Celeste. Al parecer, oyeron que uno de los tipos dijo que yo era “el papá de los helados” (y no sé qué significa esa frase tan marginal) porque además de tener esta casa (que claro, no era mía; pero la alquilé por unos cuantos meses y como aquí la gente viene y se va por temporadas, la mayoría de los habitantes hacen lo mismo, así que da igual decir “alquilar” y “comprar”) tenía conmigo a tres “culos”, estaban burda de buenas. Tenía tiempo que no oía la expresión más venezolana por antonomasia y también bastante misógina, jocosa, balurda, cero rollo y demás que alguien de aquella rivera del Arauca vibrador halla podido inventar: CULO. Aquel contacto lingüístico con la madre patria había disuelto mis inexistentes sentimientos de añoranza de la tierra y tristeza de exiliado. Me dio un ataque de risa que llamé la atención de la gente que estaba alrededor. La gente volvió a lo suyo.

Celeste me preguntó si el chocolate estaba bien. Le dije que sí. Algo me pareció interesante: no conocía a nadie en esa casa, que era mi casa, y no me sentía incómodo, en mi propio reducto. Algo inaceptable. Aquella partida de gorreros se comportaba como si estuvieran en su propia casa, y aún había gente que pedía que cambiaran la música. Decidí ladillarlos, para que sepan quien es el que manda.

Estaba muy lleno. Emy estaba hablando con una chica flaca y muy bella. Me senté en el respaldo del mueble y emy me dedicó su atención. Pasé mis dedos por su cabello. El bailey que me había servido previamente estaba más que delicioso. Le pregunté a la chica que si le gustaba mi casa. Dijo que sí. En seguida, una risita cómplice se le fue a emy, pero la chica no se dio cuenta, estaba sonriéndome. Yo estaba animado y con ganas de echar vaina. Ella olía a frutas.

Ella me preguntó cuánto me costó y yo le dije que le aseguraba que no era nada barato, traté de que mi respuesta cortara el asunto y así fue. Llegó un bobo, que se paró a su lado y me veía con cara de culo, debía ser el novio, pero lo ignoré y seguí hablando, como si nada. Si no le gusta, puede irse.

Seguía la conversa con aquellas panas. No tenía sueño y ya me estaba animando. ¿Cuánta gente debe estar llamando a mi cel? No me acordaba qué hora sería en Venezuela, pero no me importó; no tengo ganas de preocuparme ahora, por el planeta de los monstruos. Casi sin darme cuenta, estaba hablando sobre Lindsay Lohan, y emy me veía con incredulidad. Pero todo normal. La gente entraba, se sentaba, se iban a la playa, se instalaban en la cocina, en el porche, en el patio, algunos se sintieron tentados de subir a las habitaciones. Celeste vino y se instaló con nosotros, tenía una copa de vino. Fui por otro Bayley y de paso, puse en el equipo de sonido, Slowdive. La gente se veía cómica.

Desconcierto en Saint-Tropez. Trataban de ignorar la música y no podían. Se veía que querían gritar “¡¡¡quiten esa mierdaaaaaaa!!!” pero no les quedó otra que calársela.
—como sabía que ibas poner ese disco, te traje un habano, ¡salud! —Julia siempre supo sintonizarse conmigo. Con ella, todo es la merma.
—gracias querida. Tú siempre tan atenta con este pobre hombre —Y dije aquello con un jocoso tono irónico y ambos reímos y ella dijo:
—te faltó decir, “modesto”—y volvimos a reír.
—de pana. —cerré el comentario. A pesar de que la gente estaba…no sé, como ladillada por la música, el ambiente estaba de pinga. Y comenzó a sonar “Allison”. Era hora de cometer una payasada: me subí a la mesa de roble pulido que estaba en el comedor, en medio de la casa y bailando como un alegre desahuciado, comencé a cantar:

Listen close and don’t be stoned
I’ll be here in the morning
cause I’m just floating

while your cigarette still burns
your messed up world will thrill me
Allison I’m lost

Allison i said we're sinking
there's nothing here but that’s okay
outside your room your sisters spinning
but she laughs and tells me she’s just fine
I guess she’s out there somewhere

and the sailors they strike poses
the covered walls answer slowly
with your talking and your pills
your messed up life still thrills me
Allison I’m lost

Allison I’ll drink your wine
I’ll wear your clothes when we're both high
Allison I said were sinking
but she laughs and tells me its just fine
I guess she’s out there somewhere

Y salté de la mesa, haciendo un impecable salto alpino y cayendo como paracaidista. Julia se reía. La gente me veía con cara de “maldita sea, este loco” y la cosa se puso como más animada y las tipas se reían y se hacían comentarios en torno a si me había golpeado o no. Otros comenzaron a especular sobre el tipo de psicotrópicos que uso y el nivel de fritura en que debe estar mi cerebro. Reemprendí mi camino con el bailey y me senté donde estaban las chicas, esta vez con Julia.
—no te dolió caer así? —Me preguntó la jeva que estaba con emy. Me reí. Celeste había desaparecido. Tal vez fue a darle una vuelta a la computadora o al teléfono. No sé…

Salí a caminar por la playa. Me fui solo. Celeste estaba caminando adelante, algo alejada. No quise alcanzarla. Sólo me dediqué a mirarla. Mirarla. Nada más. Sentí algo profundo, una lacerante verdad, una sublime emoción que me mantuvo pensado en ella y no tenía la más mínima idea de lo que estaba pensando o sintiendo, pero seguía fiel en explorar aquello, en sentirlo. Era demasiado fuerte como para olvidarlo. El cielo estaba poblado de oscuridad y la luna no brillaba. No se veían estrellas. El sonido del mar era poderoso. Aquel olor…era vida. No sé en qué momento, pero tenía puestos mis Skechers. Lo cómico era que el ambiente no estaba tranquilo: fiestas, gente, yates, lanchas, carros a toda velocidad, parejas subrepticias, un dj mezclando algo bueno, otro mezclando algo malo. Yo quería ver el amanecer, pero la noche estaba bien. Me sentía cómodo. Recordé cuando le quité la virginidad a Celeste. De pronto, estaba al lado de ella; no supe si fue porque la alcancé o si ella se había detenido. Era como una tregua melancólica.

—con tanta frivolidad, la vida se torna inhumana y deprimente. —alcancé a decir. Ella se me quedó viendo. Sonrió. No sé en qué momento nos pusimos a caminar. Subimos a una colina. Veíamos cómo en la carretera pasaban carros que iban al pueblo, también había tráfico en el otro sentido. La costa estaba en actividad febril, como si fuera de día. Pero aquella cima era nuestra.

—cuando amanezca en Venezuela, debes llamar a Jois, bueno, será en la tarde, donde ella está. —no le respondí. Estaba concentrado en una pregunta que comenzó a tomar forma en mi conciencia: ¿por qué ella reaccionó así después que tiramos? Nunca le encontré una explicación al hecho de que me hubiera elegido a mí para quitarle la virginidad, ni porqué se puso a llorar después de haber gozado aquello, ni porqué se hizo la víctima. No tenía sentido, ni lo sigue teniendo. Ella tenía su novio. Antes de hacerlo con ella pensé en que éramos una antítesis. Yo sabía que ella y yo no debíamos estar juntos. Pero aún así fui a esa emboscada. Bueno, ni tanto. El desastre vino después. Yo estaba más que complacido con toda esa situación.

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