Equilibrio de la adaptación

Nuestro entorno, e incluso nosotros mismos, estamos compuestos de una gran cantidad de elementos que trabajan juntos para hacer que cada componente, cada sistema y cualquier otro elemento relacionado funcionen, formando así un equilibrio completo entre cada uno de ellos.

El equilibrio entre los elementos es vital para que las cosas funcionen, y su éxito y sostenibilidad dependen de ello. Entre este equilibrio surgen nuevas formas de autogestión o condicionamiento con el objetivo de dar continuidad al equilibrio de los elementos y proporcionar una mejora progresiva, según las condiciones del entorno, estas formas de autogestión de los elementos, esencialmente de los seres vivos, son la evolución y el comportamiento.

La primera diferencia entre estos modelos de autogestión de los elementos es que el primero es un proceso natural, autónomo e involuntario. La evolución siempre ha existido y siempre existirá, gracias a este proceso de adaptación, la vida ha sido capaz de superar todos los obstáculos y la propagación, creando seres altamente complejos, desde el animal más simple hasta el ser humano más competente. Por otro lado, el comportamiento es un medio de acción que puede ajustarse de acuerdo con los intereses de los individuos y puede variar con cada situación. A diferencia de la evolución, que es un proceso gradual y bien establecido, el comportamiento es un proceso instantáneo y, a menudo, impredecible. El comportamiento es una de las razones que hace que los seres vivos sean únicos, tener la capacidad de racionar, meditar en una situación y actuar voluntariamente es un regalo maravilloso que nos da un gran poder.