Novela: La noche transparente. Cap.32

Dean ni se dio cuenta cuando me metí el papelito alegre que me traje, le di otro a Julia y cuando le iba a dar el suyo, me di cuenta de que durmiendo como un angelito. Decidí que había que dejarlo tranquilo, esta ciudad es una trampa de mierda. Julia, como toda sifrinita venezolana, estaba extasiada viendo todo, sabiendo que estaba en la capital de los capitalistas. Con ese ácido, de seguro se quedaría a vivir por aquí. No es mala idea, después de todo.

Sayed en Venezuela ofrecía una cubierta bastante conveniente, pues el país (salvo Carlos el chacal) no amenazaba la paz mundial, ni era un foco terrorista, salvo los guerrilleros, que fueron aniquilados por el mismo gobierno. Además, para los 70´s la nación se hallaba aliada con USA, petróleo, armas, comercio, todo. No era un país para buscar terroristas y éstos no podían maniobrar aquí sin ser descubiertos. Pero se sabe que el chacal vino varias veces al país a sabiendas del gobierno y hasta lo ayudaron a salir y así pasó con varios otros terroristas. Sayed, quien había aprendido a andar desapercibido y su negocio era aprovisionar a los insurgentes, se dedicó a montar sus negocios, los cuales ayudaban a financiar otras empresas.

Aprovechando la presencia de la guerrilla colombiana, Sayed compró armas, vía URSS y China, para aprovisionar a los insurgentes. Fue un error darle la mitad de la mercancía al ELN, M-19 y otros grupos, pues el DIM comenzó a seguirlo y justo iban a detenerlo, desvió todo un cargamento, con destino a Beirut. Los colombianos y venezolanos se quedaron atónitos. El DIM siguió investigando y una sección secreta de la DISIP que trabajaba en el medio oriente, como funcionarios de la OPEP, fueron los que investigaron y descubrieron que el tipo estaba pasando las armas, no para la guerrilla; sino para los insurgentes árabes. Los venezolanos siguieron vigilándolo de cerca; aunque ya no pensaban meterse con él, sobre todo cuando comenzó a enviar armas para Afganistán, sin que los norteamericanos ni los soviéticos lo supieran. Después de eso, comenzó a financiar la causa, justo cuando el stablishment creyó que el mundo era de ellos.

Si bien, casi la mayor parte de su dinero iba destinado a las causas de OLP, Hamas y hezbollah, siempre encontraba algo para financiar las operaciones de Al Qaeda, Septiembre Negro y Espada de Mahoma y otras facciones derivadas de la hermandad musulmana. Por si fuera poco, de vez en cuando, en sus viajes al oriente medio, se encargaba de entrevistar a chicos y aspirantes, para convertirlos posteriormente en Fedeiyínes o en mártires. Decían que bastaba con que él viera los ojos de una persona, para ser si ésta era capaz de matar a alguien, o de matarse y llevarse con él a varios más. También tenía la facultad de ver si alguien le mentía o decía la verdad. Esto convertía a Sayed en un miembro de importancia dentro de la militancia árabe. Era un hombre hábil y de recursos, había logrado esquivar a los agentes antiterroristas, había logrado escapar de cuanta lista sospechosa que existía, sabía operar sin llamar la atención. Su error fue hacer caso del llamado que hizo Osama Bin Laden. El saudí, que estaba en una situación difícil para 1984, pues Massaud era el verdadero héroe de la causa en Afganistán, comenzó a recibir cada vez más dinero de la CIA y comenzó a pedir ayuda de la gente en el frente palestino. Así, Sayed recibió el pedido de hacer unas operaciones en Dortmund, Hamburgo y Bonn. Las pudo hacer, pero los alemanes se enteraron de que él existía.

Para 1990, cuando los Soviéticos se retiraron, Sayed no sólo había ayudado a que miles de armas llegaran a Afganistán; sino también ayuda internacional, periodistas simpatizantes de la causa y muchos guerreros árabes europeos que hallaron la muerte en aquellas lejanas tierras. Sayed era millonario y Bin Laden se había convertido en una importante referencia en la lucha contra el comunismo; pero las cosas cambiaron cuando los americanos invadieron Arabia Saudita y no se retiraron de allí; Sayed se sumó a la causa antiyanqui y el resto es historia. Cuando Dean y Nabir tenían 15, estaban en la franja de Gaza, donde Nabir recibía entrenamiento. Sayed era el feliz padre de una familia de 12 miembros, dedicados abnegadamente a luchar en contra de la opresión de los infieles y a borrar a los judíos de la historia. En 1996, Dean entró en la Academia militar de Zotssen y Nabir comenzó a estudiar relaciones internacionales en Cambridge.

Nuevamente, las malditas vallas. Ahora se puede ver el mar triste que rodea New York. Salimos de Queens y cruzamos el East River, conscientes de que nos internábamos en un cogenalgas de luces y TV. La autopista estaba tranquila; aunque Karen decidió meterse por las calles, hasta llegar a Brooklyn. Las calles, las avenidas, todo apestaba a miedo. Demasiados italianos en las calles, de esos que quieren salir en los Sopranos, un montón de judíos que votan a favor de seguir aplastando a los árabes, algunos de ellos estuvieron en algún campo de concentración o descienden de alguien que estuvo en uno. El tráfico se hacía más pesado, mientras Julia y Karen hablaban, no sé de qué. Llegamos al puente de Brooklyn, una maravilla construida por manos irlandesas (como casi todo en este país) y seguimos nuestro avance hacia el sur.

Llegaríamos a Manhattan en media hora. Iríamos a West Gardens, donde vivía la tía de Karen, Rosaline. Era una Yuppie, egresada de Yale (por supuesto, en ciencias económicas) y comenzó su carrera en la firma Pierce & Pierce, siendo una simple analista de flujo y ahora era vice-presidenta de liquidaciones; y por supuesto, ya a sus cuarenta y cinco años, era rica y divorciada, dedicada a tumbarle los novios a su hija, a veces de frente (aunque en realidad, lo hacía para protegerla, ya que era un galla de 19 años, que está demasiado buena y estudia en el MIT, consume ADAM en los raves a los que asiste y en fiestas de niños ricos, donde consigue novios, los cuales ella deja o la dejan a los tres meses; ya que es difícil cogérsela, y según me dijeron, no sabe tirar y claro, usa anfetaminas que la ayudan a estudiar) en sus ratos de ocio, también asiste a los importantes eventos de arte de la ciudad. Ambas, sin falta, asisten al festival de jazz de Montreal cada año, sin importar si están peleadas o ajetreadas.

La tipa tiene varios cuadros míos, incluyendo el retablo de la batalla de Stalingrado, pieza que me hizo mundialmente famoso, levantó controversia y me llenó los bolsillos de dinero, ya que la vendí en un millón doscientos mil dólares. La pieza está compuesta por tres paneles, mide 2,01 X 3,14 metros; aunque no es la pieza más grande que he pintado. Para el cuadro, me inspiré en la historia de mi abuelo Fritz, cuando se defendieron hasta el final, en la fábrica de tractores, hecho heroico e inútil, como mi abuelo me dijo. La revista de la Werhmacht y Signaal sacaron dibujos y hasta fotos de aquellas jornadas. Hice un esbozo demacrado pero fiero, del rostro de mi abuelo, que sostenía una MP 40, que disparaba hacia las hordas comunistas, que dibujé como mareas de cuerpos y sangre licuados y unidos al metal de las armas y las balas. Alrededor de mi abuelo, coloqué a sus compañeros, y lo que quedaba del gran VI ejército, que arreciaban al enemigo con lo que tenían, todos, soldados y oficiales juntos, ya que (como nunca van a entender los políticos) las balas que el enemigo te lanza no distinguen si eres oficial o no (aunque para eso, la selección natural: los ricos se quedan en casa para mandar a la guerra, de que vencerán porque son los buenos y que deben ir los pobres y los negros porque ellos son fuerza de la nación, la basura blanca, la carne de cañón, los rasos, y luego serán olvidados para que todo siga exactamente como antes de la guerra) y de repente, estamos en Manhattan. Hay una cola, ya que la gente está manifestando; no sé por qué.