LA CIENCIA NO ES UN “TODO VALE”

in #castellano6 years ago (edited)

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Los políticos no suelen caracterizarse normalmente por el uso de correctos términos científicos. Dado que siempre están en una “situación de necesidad” vinculada a la lucha caliente por el poder, pues les resulta mucho más provechoso el uso de expresiones unidas al deseo inmediatista de captura de seguidores (el fenómeno del populismo), que el uso de expresiones compenetradas con la lógica y con la tradición científica.

En un país ubicado en la parte norte del continente suramericano, hace vida un político de apellido Fermín (sociólogo, profesor universitario, nacido en 1950) el cual es reconocido allí por usar habitualmente un discurso harto cuidadoso, registrando las dos características que normalmente se consideran como elementos que este constructo, el discurso, debe encarnar para precisamente ser considerado como calificado; vale decir, la coherencia (honra a la lógica) y la consistencia (honra a la materia que sirve como tema).

Bien, hace días Fermín fue entrevistado a través de la televisión. En una de las respuestas al periodista, él desarrolló una expresión más o menos así… Bueno, yo vislumbro que con el triunfo electoral del candidato opositor de cuya campaña electoral yo soy responsable, la pésima calidad de vida que los ciudadanos ahora llevamos se transformará en buena calidad de vida. No sé si estas palabras están bien usadas… Debo confesar que la primera parte de su expresión, me pareció que es portante de una lógica limpia (y ojalá, que también registre una consistencia clara); y la segunda parte de la expresión en referencia, me pareció muy curiosa. Sí, muy curiosa toda vez que él no tenía por qué dudar que en cuanto al tema propio de su discurso (y de todos los temas imaginables) las calidades a la cuales se hace alusión, pueden ser relativamente “buenas” o “malas”…

Es que así como no toda calidad es, por antonomasia, buena, no toda teoría que el ser humano haga, es ciencia. Vemos con estupor el desgraciado uso generalizado del significante ciencia, como si el asunto denotara cualquiera incursión que se pueda hacer en cuanto a hacer teoría. Esto lo vemos desde los medios populares hasta no pocos medios “académicos”, pasando por la mixtura propia del medio perteneciente a la publicidad. Entendiendo la representatividad que los refranes llevan consigo en cuanto a lo popular, probablemente el siguiente ilustre lo primero: “Es tan sencillo que no tiene ciencia”. En relación a lo segundo, debemos apuntar que hemos visto hasta en las revistas que los ministerios de educación universitaria suelen publicar en relación a las carreras que ofrecen a los estudiantes recién salidos de la etapa secundaria, exabruptos tan extremos como llamar “ciencias religiosas” a los estudios de teología. En relación a lo tercero… ¡Ni qué hablar de la publicidad tan de moda hoy en día, como la unida al programa televisivo “La ciencia de lo absurdo” o como las unidas a los films de “ciencia ficción”, de “ciencias ocultas”, etc.

Haciendo uso de humana y un tanto extrema tolerancia, podemos entender que en los medios populares y publicitarios, ese uso impúdico y repleto de “vale todo” de la palabra ciencia, se hace algo así como inevitable (por lo menos, a corto plazo); pero jamás podemos aceptar ni en lo mínimo, que en el mismísimo medio académico tan infecciosa costumbre se estabilice y expanda. Veamos el lamentable caso de la figura de los tales “artículos científicos” y de las tales “revistas científicas”, tan aparatosamente usada en las universidades. Habida cuenta que para los desorientados planificadores y administradores de estas casas de estudio, todo tema que en esos artículos y en esas revistas se publique, les parece indistintamente ciencia, trazan entonces en esa política “académica”, disparates tan enormes como connotar producciones de factura artística o de cuño teórico-especulativo, como “científicas” siendo en verdad estética –en el primer caso- y filosófico –en el segundo-.

Lo científico está circunscrito básicamente a los conocimientos sobre la realidad natural y socio-relacional, los cuales han sido objetivados; es decir, han sido verificados (a través de un careo puntual con tal realidad) y han sido complejamente vinculados con las teorías (especulaciones calificadas) sobre los contextos generales de las correspondientes realidades. Sobre la base de ello, lo científico tiene que ver con otros objetos adicionales; a saber: el ser humano en sí. Además, pues, de las objetivas relaciones que los seres humanos establecen, la ciencia asume el ser humano como tal. En tal sentido, hace suyos temas como: el pensamiento (la abstracción), la simbolización (el lenguaje), la emocionalidad y el proceso objetivo de conformación de la individualidad persónica. Claro, estas cuatro temáticas adicionales que la ciencia asume, se fundamentan, por un lado, en las pistas que la realidad natural y socio-relacional ofrecen, y por otro lado, en la aludida regla de oro; vale decir, la objetivación.

Asuntos como los aludidos aquí en diferentes coyunturas del post, como los sentidos de estética, lo teológico, “lo oculto”, “lo absurdo”, en fin, no pertenecen al medio de la ciencia; aunque resulten interesantes, relevantes, de legítima competencia para el mundo académico.

Meter todo en un saco común ha de obedecer, más que a la ignorancia, a una intención ideológica de carácter contra-científico.

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