Crónica de un concierto rock (Cuento) Sexta parte

Me imagino a Momo y Maconda danzando al compás del baile de la multitud y aguzo un poco la vista para identificar a los que a cada rato cruzan los aires a ver si es uno de ellos.
El vocalista corre por todo el escenario como gacela, brinca, grita, se lanza al piso, se sube a las torres de luces y sudoroso transmite esa energía indescriptible al resto de la audiencia que lo sigue y respalda en cada letra. Los guitarristas y el bajista toman todas las posiciones no establecidas para hacer del instrumento un arma letal contra el fastidio, el tecladista inventa pasajes a través de sus dedos, mientras que el baterista pareciera ser un pulpo de muchos tentáculos que castiga con energía su instrumento.
Los objetos que vuelan, unos identificados y otros no invaden el cielo llegando algunos al escenario, una pantaleta llega a mi cara, mientras que la joven vecina en un ataque de frenesí se despoja de lo poco que tapa sus pechos, enarbolándolo como bandera. Puedo tener un instante para admirar la belleza de sus pechos que al parecer pasan desapercibidos para todos incluso para su acompañante que se agita como electrocutado moviendo todo su cuerpo a un ritmo que le penetra y pulveriza de acuerdo a su gusto.
En un pequeño claro que me produce una fugaz visión de algunas personas mas adelante pude ver a Maconda que parecía al igual que mi vecino electrocutada y a Momo que levantaba sobre su cabeza una silla de metal, la cual no entiendo de donde fue sacada.

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