¿Alguna vez tuve 70 años?

in #cervantes-curaciones6 years ago (edited)

Saludos, amigos lectores de Steemit.

En esta oportunidad les traigo este relato. Espero sea de su agrado.


¿Alguna vez tuve 70 años?


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Soy una muchacha de 14 primaveras. ¿Por qué en esta fotografía estoy apagando una vela con forma del número 70?... Será que alguna vez tuve 70 años. Ay, no sé por qué pienso eso. Tengo 14 y mi madre desde hace bastante tiempo está metida de lleno en los preparativos para celebrar mis 15 años con una esplendorosa celebración. Cuando todavía faltan dos meses para eso, la casa se ha llenado de emociones, de ideas, de cajas de licores y alimentos amontonadas en todas las habitaciones, de blancos manteles y rosadas cortinas pomposas, de ropa y zapatos nuevos, de muchos detalles festivos, de gente que entra y sale por los largos pasillos de la casa haciendo ofertas o recibiendo pagos, de parientes que vienen a confirmar que vendrán a como dé lugar, de telegramas o de llamadas telefónicas que no cesan: unos ya notificaron que sí asistirán; otros están dudando, primero dicen que sí, luego que no o que no saben todavía; otros que no podrán venir porque están impedidos físicamente, como la tía Eulalia que está enferma de diabetes y que sus piernas ya no le responden como antes y debe caminar con un bastón y que eso se ve muy feo… ¿La tía Eulalia no murió ya y por eso fue que vino mi hermano José Roberto desde Estados Unidos, donde vive desde que murió papá?

Yo simplemente observo el movimiento en casa, callada, porque mi madre me ha pedido que la deje realizar este sueño que ella nunca tuvo. Cuando yo me casé ―por segunda vez― también fue lo mismo: ella se encargó de preparar todo con sus amigas, sus comadres, mientras yo me conformaba con dejarlas hacer todo pues no tuve ningún entusiasmo sobre esa boda; lo único que me preocupaba era dejar de estudiar porque no quería estar solo dedicada al cuidado del hogar, del marido y de los hijos que deberían venir después. Yo solo tengo 14 y debo dejar que las otras personas decidan por mí. Ay, mejor para mí, no sé nada de eso. De las fiestas solo me gusta divertirme… Son las 7 y ya tengo sueño. Debo tomarme mis pastillas... ¿No me tomé ya las pastillas? Mi té ya se ha enfriado. Me prepararé para ir a la cama. Sé que solo dormiré unas cuatro horas, pero no importa, cuando me despierte aprovecharé para arreglar las gavetas de mi ropa interior. Pondré las pantaletas blancas adelante, las rosadas y las beiges en la parte de atrás. ¿Y eso ya no lo hice anoche? Qué extraño, no recuerdo haber visto esta bata de flores, ¿de dónde habrá salido? ¿Quién la habrá traído? ¿A quién se le habrá quedado aquí en casa? ¿Esta es mi casa o es la casa de mis padres?


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Me he sentado a leer la historia de María Eugenia Alonso, la señorita que escribió porque se fastidiaba, de la escritora Teresa de la Parra. Este libro me lo regaló mi madrina, Micaela Sanoja; ella dice que yo soy como la protagonista de Ifigenia porque vivo en Caracas pero siempre estoy pensando en París, ya que es donde quisiera estar: allí vive Moisés, el joven judío de quien vivo enamorada. Es un secreto que solo se lo he contado a ella, es la única que lo sabe, pues no me atrevo a contárselo a mi mamá. Me mataría. Cuando me fui con él destrocé el corazón de mis padres pues ya me habían comprometido con el señor Cáceres. Pero mi corazón era de aquel joven solitario que estudió conmigo desde la primaria. Nos casamos en secreto en París y fueron los mejores tres meses de mi vida... pero lamentablemente él murió en extrañas e inexplicables circunstancias: lo encontraron sin vida, sentado en una silla del Café de La Paix, una helada tarde de invierno. En Caracas casi nadie supo de esa parte de mi vida. Siendo viuda muy joven, tuve que retornar a vivir con mi familia y mis padres divulgaron que regresé porque no me adapté a la severidad del colegio para señoritas al que me habían enviado en París.


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Desde la ventana de la primera habitación, la que está después de la sala de estar, veo pasar a mi papá que viene entrando por el zaguán hacia el patio interior de la casa. Cerca del tinajero, en su sillón predilecto se sienta a leer la primera edición de un periódico que acaba de salir. Aquí, en esta casa, desde hace semanas, no se habla de otra cosa que de la fiesta de mis 15 años y de El Nacional. Mi padre está contento con ese periódico pues su gran amigo, don Antonio Arráiz, es el director. Mira detenidamente letra a letra y, con grandes bocanadas a su Phillips Morris, parece aprobar todo cuanto lee. Mi padre, entre otras noticias, nos lee que el presidente de la República, don Isaías Medina Angarita, ha viajado a algunos países de Suramérica, en un avión Lockheed 18 Lodestar de Aeropostal y, lleno de risas y orgullo, nos dice que a ese aparato ya le dicen “el avión presidencial”. Hay en ese periódico muy buenas noticias para mi padre y su negocio. Por eso está tan alegre. Ey, la señorita no me ha traído mis pastillas ¿o sí me las trajo. ¿Será que ya me tomé mis pastillas? ¿Por qué no puedo recordarlo?

El vestido que mi madre me había mandado a hacer, por fin, ha llegado. Es muy hermoso, todo como mi mamá lo quería: ceñido arriba y una falda muy amplia, tipo princesa, como el de toda señorita decente, dice ella. Es de color rosado pálido, con algunos apliques plateados en el pecho, bordados a mano. ¿Dónde estará mi vestido de novia? ¿Se lo habrá puesto mi nieta Micaela en su boda? No recuerdo bien ese vestido. Nada me ilusionaba en esa boda. Yo estaba tan triste… Sus mangas son amplias y cómodas, eso fue lo único que le pedí a mi madre porque ella quería que mi vestido tuviera las mangas largas. La falda está cubierta por un tul, bordado con perlas blancas y apliques brillantes. Tiene un hermoso listón en la cintura que se anuda en la espalda; en él se ven bordadas mis iniciales con perlas. La tiara es hermosísima, tiene mucho brillo por las piedras preciosas que lleva. El vestido es realmente bello. Confieso que a mí también me gustó mucho cuando lo vi y ahí comencé a interesarme en la fiesta. El día que me lo probé me coloqué también una tiara que yo misma hice con flores de nuestro jardín. Me sentí como una princesa hasta que doña Julia, mi madre, dijo que no, que si yo estaba loca, que no señor, que me pondría la tiara que ella compró y punto. Y así sería… Dice mi madre que todo hay que mantenerlo bien guardado y encerrado porque hay mucha polvareda cerca de nuestra casa, ya que están construyendo las enormes Torres del Silencio y todo se ensucia rápidamente. Menos mal que mi fiesta se hará en la hacienda de mi tío Juan, a una hora de aquí, y no tendremos que lidiar con este polvo.


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Mis amigas no hacen más nada sino hablar de lo bello que es Julián Soler. Después de que vieron la película Doña Bárbara quedaron enamoradas de él. A mí quien me gustó mucho fue María Félix porque hizo una muy buena actuación del personaje de Gallegos. ¡Qué rostro tan bello tiene esa actriz! Ya quisieran algunas muchachas tener esas cejas tan bien arqueadas y esos labios tan bien definidos. ¿Hoy es viernes? ¡Son las 4 de la madrugada y no he dormido nada! No sé por qué ahora duermo menos… Algo tengo que dormir. Debo estar preparada temprano porque tal vez mañana vendrán a visitarme algunos de mis hijos, los Cáceres Arismendi, como yo les digo. Quizás venga algún nieto… Mi hija María Eugenia se molesta conmigo cada vez que le pregunto dónde está su papá, si ya se casó mi prima María Elisa, si ha sabido algo de don Antonio Arráiz, si don Isaías sigue siendo el presidente, que por qué no viene nunca mi hijo Enrique…

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Gracias por sus comentarios

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Yo te iba a escribir un mensaje o ya te lo escribí? Este texto es una belleza de principio a fin. Una triste realidad sobre la memoria y el olvido. Me crispé al leerlo. Definitivamente, estamos hechos de recuerdos. Eso somos, sí, recuerdos. Gracias por compartir este trabajo narrativo. Un abrazo.

Mi querida @solperez, gracias por dejar tu hermoso comentario. Sí, estamos hechos de recuerdos. Al escribirlo me paseé por muchos amigos ya idos o por familiares, con sus recuerdos lejanos intactos. Otro abrazo para ti.

¡Wow! mi querida @alidamaria, en las líneas de este texto vi reflejada a mi abuela materna, a la que tantos recuerdos se le confundieron en un momento y el olvido tocó su mente. Me decía que no había "traspasa´o bocado en todo el día" acabando de comer... o "mija cómo es que tú te llamas". Tristeza profunda verla tan distante a veces, terrible enfermedad que desaparece nexos y afectos. Tu relato es realmente una belleza. Te abrazo.

Así es, @aurodivys. Allí están nuestras abuelas, nuestras tías, nuestras madres. Nosotras mismas. Lo que cuentas me pasó igual con la mía. A veces nos reconocía y otras no. Yo le seguía la corriente para escucharle sus historias y las disfrutaba mucho. De mi abuela (y también de mi madre, a pesar de que esta última tiene memoria de elefante todavía) es lo referente a las pantaletas. Gracias a ti por leerme.

Escribo excelente y sé que me quedo corto. ¿Obra maestra? Sí, sin duda. Tu escrito me ha hecho recordar estos días, en los que me ha tocado atender a mi viejo. Su cabeza está casi como la de tu personaje, su mundo es una amalgama de retazos de diferentes épocas. Felicitaciones. Un abrazo.

Gracias por tu comentario, @irvinc. Me ruboriza que digas "obra maestra". Me falta mucho, amigo, mucho por oír, por aprender, mucho por escribir. De esos "retazos" he sacado yo mucho de lo que ahí he escrito. Lo de preguntar insistentemente por la gente conocida lo tomé de una amiga que -sin saber que yo estaba armando este texto- me contó que su madre la lleva al borde de la desesperación porque le pregunta, cada 20 minutos, por los amigos o parientes que ya fallecieron. Y cuando mi amiga le responde ella reacciona como si se estuviera enterando en ese momento. Y ese es su tema todo el día.
Gracias por tu comentario.

@alidamaria, ¿qué te puedo decir? Lo he leído dos veces, bueno... una y media porque la primera no lo pude terminar. Sabes que este tema me toca muy adentro y tu historia es preciosa. Se me revolvieron los recuerdos con los temores pero ¡Ya! se trata de hablar de lo que has escrito. Me encantó, eso de pasear por períodos históricos y personajes reales dentro de la misma confusión, también que se sintiera de catorce con el romanticismo a flor de piel. Una hermosa y triste historia. Excelente

Hola, querida @evagavilan. Sí, te confieso, mi personaje se me ocurrió a partir de la lectura que hice de tu libro Las cenizas del bastón. Tu personaje y el mío son prácticamente la misma madre cuya memoria va y viene. Tal vez la tuya más ida que la mía, pero básicamente, ambas perdidas en sus memorias tempranas. Sí, esta mujer es una romántica en todos los sentidos. Es muy de mí, llena también de los temores que mencionas.
Gracias, hermosa, por tu visita y tus comentario.

Doce versos como los meses del año para mi Álida querida.

Cómo quisiera tenerte
suspendida en un silbido
si olvidélo que he vivido
me he encontrado con la muerte,
por eso no quiero verte
alejándote de espalda
como si el viento a la falda
arrancara de tu mente.
Quisiera verte de frente
en pasado y en futuro,
pero el recuerdo es un muro
que te hace triste, ausente.

Hola, @acostacazorla. Dentro de toda la tristeza que encierran esos doce versos, no puedo dejar pasar la alegría que me produce que me los hayas dedicado. Sé que sabes de esto que he escrito y que te remueve el alma. Por eso, te abrazo fuerte y sostenido.

Muy buena narración, muy bien hilvanados y yuxtapuestos los tiempos, me gusto,@alidamaria, te felicito.

Gracias, @ramonochoag, por tu hermoso comentario. Disculpa lo tarde en responder. Mi conexión a internet está en terapia intensiva.

Tiempo sin leer un relato tuyo, querida @alidamaria, y me sorprendes con esta maravilla. En verdad, es un texto narrativo muy bien logrado. Ese monólogo interior (o soliloquio) de esa mujer -que puede ser nuestra abuela, madre o cualquiera de nosotros- afectada por la pérdida de la memoria nos enfrenta no solo a una amenaza cierta, sino también, sobre todo, a la materia de la que estamos hechos: temporalidad vivida, que solo por el recuerdo (y los sueños, incluyendo el sueño diurno que es la creación literaria) podemos recuperar. Me gustó cómo resuelves la oscilación entre la joven y la mayor, y ese intercalado de Ifigenia te quedó muy bien. ¡Te felicito!

Muchichísimas gracias, mi querido @josemalavem. Siempre tan espléndido en tus comentarios. Este, particularmente, me fascina. Gracias, otra vez!

Una maravillosa forma de retratar a esos viejos que se van perdiendo en sus propios recuerdos y que tu relato va describiendo no solo al personaje, sino al contexto histórico donde se desarrolla. Saludos @alidamaria.

Gracias, @silher. Muy amable por pasar por mi blog y dejar tan lindo comentario.

Hola, ola de la mar @alidamaria que llevas el nombre de mi tía María Emilia, esa ancianita quien también ha tenido toda su vida un problema de memoria, pero de memoria auditiva, ella misma decía que escuchaba borroso y se reía y nos reíamos de sus ocurrencias. Gusto de volver a saludarte después de tanto tiempo sin saber de ti, ese tiempo lejano que va y viene, como en los recuerdos de tu hermoso cuento acerca de esa terrible enfermedad, recuerdos a veces entretejidos, a veces enredados. Decímelo a mí que me la paso todo el día buscando cosas extraviadas que están a la vista o a la mano, porque cuando busco abajo están arriba cuando busco arriba están al lado de mi mano y no es broma, así mismísimo es, así empezó Menengo mi querido padre, exactamente a la edad que tengo ahora, ¡que buena vaina carajo! decía él y como esto en vez de un comentario lo que parece es una convocatoria, entonces me despido, hasta tu próximo post. Chao mi amiga, Chaooo nos vemos en tu próximo post o en el mío.
Música para celebrar tu cuento que nos llegó al alma: ¡se me olvidó que te olvidé!, y a mi que nada se me olvida. ¡Tambores!

Hola, @jorlando, qué bueno saber que andas por aquí. Me costó reconocerte por el nombre y tuve que ir a tu blog. Leí rápidamente algunos de tus post y se ve que te va gustando esta plataforma. ¡Qué bueno!

Agradezco muchísimo tu comentario porque me ha encantado lo que cuentas de tu memoria. Ahí hay una fuente para que hagas un texto hermoso. O si no de las tantas historias que me contaste en las noches de acera de esta hermosa ciudad. Te abrazo, ¡antes de que se te/me olvide!

Has logrado hacer un dibujo impresionante y cautivador con este relato donde plasmas con mucho acierto y fineza el laberinto que puede llegar a significar esta severa enfermedad para quienes la padecen. Estoy muy complacido con tu trabajo, @alidamaria.
Recibe muy fuerte mi abrazo.

Primero te abrazo, @oacevedo. Comentarios como el tuyo me dan alientos para seguir escribiendo, como dice la Oración por Venezuela, "para seguir el camino emprendido". Ciertamente, esa es una enfermedad de la que nadie está exento. Es muy frecuente oír a las personas echando cuentos sobre algún familiar, o alguien cercano, que la padece. Muchas veces nos reímos, otras lloramos, pero estamos conscientes de que ella está allí latente.
Gracias nuevamente. Y me permito volver a abrazarte...

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