Misterios Médicos: La Epidemia de Baile de 1518

Hola Steemians, ¡volví! Me disculpo por estas casi tres semanas sin publicar, he estado más ocupado que nunca, y me tuve que dedicar solamente a mis estudios. Pero ya habiendo salido de eso, me encuentro de nuevo con algo de tiempo libre y ganas de compartir de nuevo con ustedes, mi querida audiencia. Para comenzar, les traigo una nueva serie sobre enfermedades y casos clínicos individuales cuyas causas o tratamientos siguen sin resolverse, imaginativamente (claro…) titulada “Misterios Médicos”, escritas con mi estilo de siempre. ¡Espero les guste!


Amo la medicina. Tengo que hacerlo, para ser capaz de dedicarle años de tu vida a esta carrera llena de sufrimiento, noches sin sueño, y días pensando en maneras indoloras para acabar con todo y poder descansar. Esta es la principal razón por la que la temática de mi perfil es principalmente artículos de contenido médico, sin embargo, no les voy a mentir: la razón secundaria es que no sólo amo escribir sobre esto, sino que además es un tema prácticamente infinito, por lo siempre tendré algo interesante sobre lo que publicar, así que si algún día desaparezco del todo, al menos no será por falta de ideas (quizás sea porque eliminaron el acceso al internet en Venezuela. Parece distópico, pero recientemente bloquearon las páginas pornográficas, así que nunca se sabe).


Dentro de esta interminable temática hay muchos casos de enfermedades extrañas, sobre las cuales también escribo una serie de artículos (no podía evitar la autopromoción, perdón), aunque a pesar de la rareza de estas patologías, la gran mayoría tienen una causa ya determinada y un tratamiento específico. Pero desafortunadamente (y afortunadamente para los guionistas de Dr. House) hay algunas condiciones tan únicas que hacen creer en la existencia de magia negra y maldiciones gitanas, y sobre las cuales les planeo contar. No queriendo alargar más esta introducción, les traigo:

Misterios Médicos: La Epidemia de Baile de 1518

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Todos tenemos una canción que no podemos escuchar sin que nos den unas ganas casi incontrolables de bailar, al menos hasta que se haga viral y comience a darnos asco el oír las primeras notas (te estoy viendo, Despacito.). Algo parecido le ocurrió a Frau Troffea en Estrasburgo, Francia, un día de julio en el año 1518, sólo que sin música, y en mitad de la calle. No tan parecido, en retrospectiva.


Ese día Frau se despertó, comió su desayuno diario de ancas de rana con una extensa variedad de quesos y una copa de vino, y habiendo pocos entretenimientos en la Francia del siglo XVI salvo desear que existiera algún tipo de caja mágica que mostrara imágenes en movimiento, salió presumiblemente a observar un show de mimos en la esquina de su casa (admito saber muy poco sobre la cultura francesa), y comenzó a bailar sin control en la calle ante las miradas de confusión de los demás habitantes, seguramente no al ritmo de esta canción, pero me gusta imaginarme que sí.


Siguió bailando como si estuviera poseída por el espíritu de Jennifer Beals en Flashdance, mientras las horas se convertían en días. Al poco tiempo, más personas se le unieron, como si de un musical de Broadway se tratara, pero sin la irrupción espontánea de música, y siguieron bailando sin parar hasta que literalmente caían muertos en la calle, creando severos problemas para los escritores de obituarios de la época; la muerte es un asunto grave, pero siendo honestos “muerte por baile” no se ve muy en serio.
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”Que en paz descanse, sus pasos eran para morir”



La misma Sra. Troffea murió al cabo de unos 6 días, hecho que se hace más sorprendente al tomar en cuenta que el mantener tal esfuerzo físico durante un tiempo tan prolongado debería ser bastante imposible; teóricamente, debería haber fallecido apenas a los 3 días. Al parecer tenía unos nuevos pasos que no podía esperar para demostrar. Sin embargo, esta epidemia de baile no paró con la muerte de Frau; lo contrario, fue creciendo exponencialmente. Al final de la primera semana habían 34 bailarines, un mes después, eran 400, bailando en la calle bajo el sol del verano.


Los afligidos por esta extraña condición estaban del todo conscientes de sus acciones, bailaban de forma involuntaria, gritaban de dolor por el agotamiento físico, y rogaban por ayuda (y la invención de los estéreos para no verse tan ridículos bailando sin música), pero por mucho que intentaban no podían controlar sus cuerpos, como un gordo físicamente incapaz de no llevarse una hamburguesa triple carne a la boca. Ahora, seguramente te estés preguntando, ¿acaso nadie hizo nada para ayudarlos? Pues sí, técnicamente. La respuesta de las autoridades fue similar a la de tu amigo borracho que te dice que la cura para la resaca es seguir bebiendo: dejarlos que bailen hasta que se les quiten las ganas. Esta no fue exactamente la mejor respuesta a la epidemia.


Llevaron a todos los afligidos a un escenario especial en el centro de la ciudad, presumiblemente mientras bailaban el trencito, y les pagaron a trovadores y bailarines profesionales para que amenizaran el acto, con la esperanza de que todos se aburrieran un día y se fueran a sus hogares. Lo que en realidad pasó es que comenzaron a morir en grandes cantidades por infartos y agotamiento físico; medicina del siglo XVI en todo su resplandor. Sus coreografías eran literalmente matonas. Aunque en algo tenían razón: efectivamente un día todo se acabó de manera casi tan repentina como empezó, y aquellos que seguían con vida siguieron con sus vidas como si nada hubiera pasado, con los pies llenos de callos pero unas pantorrillas prodigiosas que pasaron a ser la envidia de todos.

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Todo esto suena como inventos de una sociedad en la que no existía el internet y cuyo único pasatiempo era crear historias falsas para dejar a los habitantes del futuro rascándose las cabezas, pero no sólo es un hecho real y bien documentado sino que ha ocurrido en varias ocasiones a través de la historia; hay récords de epidemias de baile en los poblados alemanes de Kölbigk, en el año 1021, y en Erfurt en 1247, además de numerosos brotes en Francia y el oeste de Alemania en 1374. Todos ocurrieron de igual manera; una o un grupo de personas comenzaban a bailar de manera repentina y espontánea durante semanas, continuando hasta que sus cuerpos cedían del cansancio y morían o eran incapaces de moverse, y culminando de manera abrupta. Pero, ¿Qué puede ocasionar algo tan bizarro como esto?


Primero, algo quedó claro observando a los afligidos: todos bailaban en contra de su voluntad, y algunos incluso pedían ayuda (el por qué nadie nunca pensó en amarrarlos a todos a una cama es otro gran misterio), por lo que se ha propuesto la teoría de que el agente causante puede haber sido un tipo de hongo que causa espasmos musculares y alucinaciones al ser ingerido, pero tiene el efecto secundario de imposibilitar movimientos rítmicos y complejos, como el baile. Pero hay otro detalle que puede llevar a un posible diagnóstico, o por lo menos a una respuesta que no sea “un brujo lo hizo”; las victimas demostraban estar en un estado alterado de conciencia similar a un trance, en el que casi no sentían el agotamiento físico y dolor en sus pies destruidos por horas de baile (los zapatos de la época eran notoriamente incómodos, fue un mal siglo de Nike), por lo que actualmente se sugiere otra causa para la epidemia, un brote de histeria masiva (o colectiva, o en masa, pero masiva suena mucho más dramático).


La histeria masiva es básicamente un grupo de personas teniendo ataques de ansiedad al mismo tiempo, como cuando el que está sentado al lado tuyo en el bus comienza a rascarse y tú también comienzas a sentir picazón, pero a gran escala. Se manifiesta como una serie de síntomas tanto mentales como físicos que se propagan en efecto dominó en un colectivo y que dependen de la situación en la que aparezcan, pero si causar alteraciones reales en la fisiología de los afectados. Es causado por el estrés, principalmente, se da más comúnmente en jóvenes del sexo femenino en presencia de cantantes adolescentes de pop (lo dice la ciencia, no yo), pero puede ocurrir también en hombres y personas adultas; sólo hace falta un desencadenante lo suficientemente fuerte, como alguien que muestre signos de una enfermedad infecciosa en espacios cerrados, amenazas grupales, o acontecimientos aparentemente sobrenaturales.

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O un concierto del Justin Bieber del siglo XVI



Generalmente no requiere tratamiento y cede con el tiempo, aunque como la mayoría de los afectados no son estudiados al momento de padecerla y raramente van a consulta después de que terminó el efecto, hay pocos datos concisos en cuanto a maneras de prevenirla o curarla. Pero, ¿Qué podría haber desencadenado una histeria colectiva a tal escala y que se manifieste con síntomas tan únicos?


Recordemos, las cosas eran un poco diferentes hace 500 años; el estrés era el pan de cada día, ya que todos vivían bajo la constante amenaza de hambrunas y de enfermedades como sífilis, lepra, y la ya clásica peste negra. Además, en la Europa occidental de este período reinaba una religiosidad que podía llegar a ser extrema, en la que prácticamente todo lo que no fuera rezar y arrepentirse por las horas en las que no se rezara era pecado, y un sistema feudal que no era exactamente justo con la mayoría de la población, sumando todo esto es poca sorpresa que la esperanza de vida era de entre 30 y 40 años. Y nosotros nos quejamos porque nuestro Smartphone carga lento.


Sabiendo esto puede parecer posible que la pésima calidad de vida haya hecho que Frau dijera “al carajo todo” y saliera a literalmente bailar hasta la muerte, propagando su histeria a varios espectadores. Pero, ¿Por qué bailar? ¿Por qué no llorar, gritar, caer en estado catatónico, o desahogarse por el equivalente de Facebook del siglo XVI? (tallar palabras en algún árbol, supongo). Se ha buscado una explicación a esto basándose en el estudio de las creencias religiosas de la época, en las que eran comunes las historias de maldiciones que causaban que los afectados perdieran control de sus cuerpos y se sumieran en un trance, bailando y cantando mientras se encontraban poseídos por entes demoníacos. Los expertos teorizan que el hecho de creer en maleficios de este tipo hizo que las personas comenzaran a demostrar los síntomas ante altos niveles de estrés, y sólo hacía falta que un solo individuo creyera estar maldito y comenzara a demostrar sus mejores pasos de baile en las calles de su poblado para que otros lo siguieran, causando una epidemia a gran escala. En resumen, al creer que estaban afectados por una maldición, su mente fabricaba los síntomas (así como fabricó la creencia de que tu ex realmente te amaba. La mente es nuestra peor enemiga, ciertamente.)


A pesar de que esta es la explicación más razonable, resulta imposible demostrar su veracidad, y no se explica cómo el estado alterado de conciencia fue capaz de prevalecer hasta causar la muerte de los afectados, ya que uno asumiría que el mecanismo de supervivencia normalmente tomaría control en esas condiciones. Pero, es eso, o algún brujo medieval se encontraba muy aburrido.


Referencias:


Si te gustan los artículos de temática médica, o de curiosidades generales, recuerda seguirme, ¡hay mucho más en camino!. Y como siempre, dejo mis agradecimientos a @cervantes y @mosqueteros por su constante apoyo a la comunidad hispana, y a @steemstem y @ramonycajal por su apoyo al contenido científico.

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Me encantó como lo relatas, realmente entretenido y curioso.

Me alegro que te haya gustado, gracias!

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