Mi primer día en el circo. Relato

in #cervantes6 years ago (edited)

¡Les saludo, habitantes de esta comunidad!
Hoy dejaré para su lectura un breve relato que tenía mucho tiempo (años) dando vueltas en mi cabeza. Espero que sea de su agrado.

Mi primer día en el circo

muñeca.jpg

Había salido de la escuela y, como siempre, me dirigía a pie hacia mi casa. El camino mil veces transitado me ofrecía una novedad: el terreno baldío ubicado cerca del hospital, estaba lleno de remolques y circundado por rejas metálicas. Cada una como de un metro de altura y dos de largo que se engarzaba a otra y esa a otra y a otra hasta rodear por completo el lugar haciendo una cerca infinita en torno a una enorme carpa que habían levantado justo en el centro del terreno y en cuyo tope ondeaba un inquieto banderín multicolor.

Debían haber trabajado muy rápido, pues, cuando pasé camino hacia la escuela, no había la más mínima señal de aquella enorme carpa que ahora cubría cerca de treinta metros de diámetro y alcanzaba una altura de más de tres.

Estaba feliz e impresionada ante aquel monumento a la diversión y la alegría. Solo había visto circos en televisión. Y, en ese momento, me lamenté porque como conocía del apretado presupuesto familiar, pensé que éste – el primero que había visto en mi vida – solo lo apreciaría desde el exterior porque jamás podría pagar un boleto para ver alguna de las funciones.

Con un rápido vistazo busqué una puerta de entrada pero, al ver que aquella cerca parecía idéntica en todos sus puntos, la salté. En ese momento me sentí feliz de no ser una niña tan pequeña como la mayoría de mis compañeras de curso.

De hecho siempre había sido la más alta del salón. Por eso, cuando nos formábamos fuera de la escuela para cantar el himno, quedaba de última y ahí podía fingir que cantaba o simplemente distraerme mientras los que estaban enfrente de los docentes y ante la bandera, entonaban a todo pulmón aquellas letras patrias.

Una vez que atravesé la cerca, corrí hacia aquellas paredes de lona que a ratos se hinchaban y me obligaban a alejarme un poco para no caer. El elevado ruido en el interior de la carpa daba razón del arduo trabajo de ensamblaje y organización que allí se llevaba a cabo. Voces, gritos y algunas risas. Sonidos metálicos y secos de objetos que eran arrastrados, aserrados, martillados. Rugidos, mugidos, graznidos.

Mientras caminaba circundando el lugar, arrastraba mi mano izquierda por la lona y mis dedos descubrieron una pequeña rasgadura en la tela. Sonreí complacida ante la posibilidad que me ofrecía esta abertura de mirar dentro del lugar.

Pero, al hacerlo, me encontré con un ojo. Un ojo que me miraba desde adentro. En ese momento las paredes de la carpa se hincharon y caí de espaldas. Luego, con rapidez, me levanté y busqué huir aunque realmente me sentía desorientada y no hallaba hacia dónde dirigir mis pasos. Sin embargo, al reorientarme, corrí lo más rápido que me permitieron mis piernas.

Al trasponer una esquina de la enorme carpa tropecé con un hombrecillo que había salido a mi encuentro. Con las piernas abiertas hasta donde se lo permitía su anatomía y los brazos en jarras, me bloqueó la huida. Intenté saltar la barda que minutos antes yo había traspuesto pero el hombre me impidió hacerlo al sujetarme de la mochila.

-¿Quieres conocer un circo por dentro?.- preguntó mientras sonreía con una mezcla de cinismo y bondad.

Me miraba inquisitivamente a menos de una cuarta de mi rostro y sin soltar mi mochila.

-No.- respondí con un hilo de voz que me pareció ajeno. Sonó como el de una de las niñas pequeñitas de mi salón.

-¿Y entonces, por qué nos espiabas?

El hombrecillo ya no fingía sonreír. Y, de pronto, noté que caminábamos abrazados hacia las entrañas de la carpa.

carpa.png

Fuente

Allí nadie notó mi presencia. Había mucha gente pero todo mundo estaba absorto en lo que le ocupaba.

Los vi caminando, corriendo, cortando, armando, limpiando, ensayando, entrenando.

El enano me quitó la mochila y la arrojó en un lado del camino. Yo sentí su brazo en la parte superior de mi espalda y su mano sobre mi hombro derecho. Su otra mano, de pronto, se aferró a mi brazo izquierdo.

-Debo irme a casa.- se me ocurrió decir cuando me hizo atravesar una gruesa cortina y me empujó, con una inesperada suavidad, a una silla de madera que se hallaba envuelta con unas coloridas sábanas.

-Estás en tu casa.- respondió sin mirarme a la cara. Habló mientras me recorría con sus ojos desde los pies hasta el cabello pero sin hacer tropezar su mirada con la mía.- Estos zapatos estarán bien.- aseguró mientras estudiaba mi calzado escolar.

Me tomó de las manos e hizo un gesto para que me levantara. Lo hice. El enano comenzó a desvestirme.

Dos mujeres extremadamente altas y obesas entraron a la tienda y dejaron sobre una mesita algunas prendas de vestir y lencería de cama perfectamente dobladas.

-¡Señoras!.-dijo otra vez esa voz ajena que salía de mi boca pero que yo desconocía.

El enano me sonrió burlón y las mujeres salieron como si no hubiesen oído o visto nada inusual.

“¿Qué podría parecerles inusual, extraño, a aquellos fenómenos de circo?”

Soltó el botón de la cinturilla de mi falda y ésta de inmediato cayó al suelo. El hombrecillo se inclinó a recogerla. Me tocó una pierna para que yo la levantara y luego la otra. Arrojó mi falda a un lado.

Con todas mis fuerzas, pegué mis piernas una a la otra y cerré los ojos. Sentí las manos soltando cada botón de mi camisa blanca. Cuando la retiró hacia atrás, sentí el pecho del enano pegado al mío. Abrí mis ojos cuando mis pezones, que apenas se elevaban en mi pecho casi plano, adquirieron una rigidez poco común. Supe que era la respuesta de mi cuerpo a aquel contacto.

Él también notó aquella reacción y entonces su mirada se clavó en la mía y sonrió. Esta vez su sonrisa no era de burla. Su boca se abrió ligeramente para dejar entrar una bocanada de aire que hinchó su pecho. Sus ojos se posaron en mi boca. Sin querer pasé mi lengua por mis labios para humedecerlos.

El enano pasó sus manos por mi cabeza. Soltó mi cabello y lo dejó caer sobre mis hombros desnudos. Por un instante, mis pechos quedaron cubiertos. Sin embargo, casi de inmediato, sus pequeñas manos retiraron los mechones y volví a sentir que mi piel se erizaba.

Las mujeres volvieron a entrar.

-Ella se queda. Como es la más pequeña, será la central.- les dijo el enano y nos dejó.

Las mujeres se acercaron a mí y me ataviaron de inmediato con un vestidito que apenas me llegó a la mitad de los muslos. Me hicieron un par de trenzas – una de cada lado de mi cabeza – que aseguraron con unas cintas rojas del mismo tono intenso que colocaron en mis labios.

-No te preocupes.- me dijo una de ellas con un tono que sonó dulce a pesar de la grave voz que pronunciaba aquellas palabras.- En la función de esta noche solo estarás sentadita en medio de las demás muñecas. No debes hablar.

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La primera imagen es un dibujo de mi autoría. Lo realicé sobre un soporte de cartulina de 10 x 15cm. y empleé lápices de color y marcadores para darle color. Lo fotografié con un teléfono Android Acer Liquid Jade Z de 15Mp.

Gracias por su lectura

Espero sus comentarios

Sort:  

Amiga, qué buen relato. El dibujo te quedó genial. Quién ve al enanito, ah?

Jajajaja ¡Gracias, @solperez! Me inspiró Peter Dinklage en el personaje Tyrion Lannister, de Juego de tronos.

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Me gustó el cuento, la tensión que logras y como lo resuelves, gracias por compartir,@eudisdiaz.

Gracias a ti por visitar mi blog y por dejar ese hermoso comentario, @ramonochoag. Un abrazo.

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