Un hombre se conoce por los caminos que transita en su vida, por los senderos o atajos que toma, por el peso que lleva encima al andar y en las huellas que deja.

Un hombre se mide por el tamaño de las suelas de sus zapatos, por el tiempo que los lleva puestos, no importa si su calzado es caro o es barato, si es de cuero o deportivo, lo importante es cómo lo usas, la pulcritud del mismo.

Los zapatos de un hombre se pueden mojar, se pueden ensuciar, llenar de polvo, pueden recibir golpes o raspones, pero siempre protegerán los pies, mantendrán firme a quien los porte, vestirán y le darán imagen a quien los use.

Con el paso del tiempo, mientras más se utilicen los zapatos, ellos van adoptando una forma particular, cada quien tiene un andar, se van amoldando al pie de su dueño, a su manera de caminar, a su peso, a su ritmo, a lo que hace, por lo que un buen par de zapatos viejos siempre serán más cómodos.

Los zapatos se pueden desgastar, no importa, se pueden arreglar, se les pueden cambiar las suelas, se pueden volver a pintar, lo que nunca se podrá es deshacer o desandar los pasos que se han dado, los caminos transitados, los senderos recorridos, lo corrido, lo bailado, lo vivido.

Algunas personas ven sus zapatos viejos con desprecio, con desmán, ya no los quieren porque tienen huecos en las suelas, o están manchados o rayados, pero no se acuerdan cuando los compraron, cuando los usaron por primera vez, la emoción que tuvieron, cuando los hicieron sentir la envidia de muchos, ya no los quieren limpiar, los abandonan en un rincón o lo tiran a la basura.

Un hombre se conoce por como usa sus zapatos y el trato que les dá. Yo en lo particular, me siento orgulloso de llevar mis zapatos, que están viejos y gastados, que tienen huecos en las suelas, no me importa, por que con ellos he caminado mucho, he bailado, he corrido, he trabajado, he jugado y he vivido…