El establecimiento de objetivos en el marco del proceso de materialización de nuestras aspiraciones de vida cuenta con una importancia preponderante. No obstante, a fin de dar con lo macro (el objetivo), se hace imperativo trazarnos una ruta por la cual transitar y que debe estar compuesta de tareas micro (metas) que, a través de su alcance, nos direccionen hacia el fin general que nos hemos propuesto.

En este sentido, es importante diferenciar los objetivos, de las metas, ya que una cosa lleva a la otra. Por ejemplo, para obtener mi título universitario (objetivo) debo aprobar todas las materias del pensum de estudio, asistir a clases, etc (metas).

En cualquier caso, ya se trate de metas u objetivos, la satisfacción ocasionada por el alcance de tales fines es poco comparable, ya que implica estar en presencia de que el esfuerzo empleado para cumplir con las diversas actividades que se requerían tuvo sus frutos.

Es allí en donde radica lo complicado del asunto. Muchas veces utilizamos el tiempo que disponemos para realizar tareas que creemos que nos llevarán al cumplimiento de la meta u objetivo planteado, pero nos percatamos de manera tardía de que esto no era así luego de que hemos invertido nuestro valioso recurso. Es por ello que trabajar arduamente es indispensable, sin embargo, antes de eso se debe definir claramente una hoja de ruta a seguir. Más allá de que la realidad sea constantemente cambiante, es necesario establecer un marco de acción base, referencial.

No dejemos de lado nunca la oportunidad de sentir la satisfacción ocasionada por la consecución de una meta u objetivo. Es una de las mejores sensaciones para el ser humano, ya que deriva del resultado de algo que nosotros mismos hemos llevado a cabo.