La extraña desaparición de Laura García - II

Fotografía tomada por @alevil 

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Los tristes ojos ámbar lo miraron extrañados. Se encontraron sus miradas pero ella no dio muestras de reconocerlo, tantos años y experiencias compartidos, olvidados. Insistió: 

-Laura! ¿Eres tú? 

-Señor, me confunde; dijo ella y corrió con los niños hacia la pequeña casa rural del fondo. Entró. 

Antonio quedó estupefacto, todos los sufrimientos, todos los años de dolor, miedo y culpa volvieron más crueles que nunca. Tanto buscarla inútilmente y cuando al fin la herida abierta por su desaparición parecía curada, la encuentra, sana y salva precisamente por donde tanto buscó. 

Pronto se rehízo, estacionó bien el vehículo a orillas de la carretera, se apeó y siguió el sendero que iba desde el puesto hacia la casa. Pasó por un terreno enmontado donde piezas de vehículos destripados años atrás formaban islas metálicas, el sol se reflejaba en charcos de agua sucia acumulada sobre el metal roñoso. Junto a la casa, un cobertizo de zinc y vigas de vera daba sombra a un gran mesón con herramientas, una señorita colgaba de la viga principal y una grúa con el capot abierto se oxidaba al fondo. 

Mientras se acercaba a la casa, el olor de aceite mecánico se hizo más fuerte, la tierra naranja y enmontada dio paso a un suelo aceitoso y apisonado. Chicharras rompían el silencio de la tarde cantando desde sus escondites en los matorrales.  

Tocó la puerta. Nada. Golpeó de nuevo la puerta desconchada. Movimiento adentro, una ventana cerrándose, una voz tan conocida que grita desde dentro. 

-¡Váyase! 

-¡Laura! 

-Hágame el favor de irse señor. 

-Laura, ¿no me recuerdas? 

-Váyase, mi marido está por llegar. Respete la casa ajena. 

Nervioso y asombrado, Antonio dio media vuelta y volvió sobre sus pasos. Siguió su camino, dudando de lo que vio. ¿Podría ser ella?, ¿su Laura?, ¿la que hace tantos años dio por perdida? 

Horas más tarde, ya en casa, Antonio se sentó a la mesa, se sirvió un trago intentando recordar cada detalle, cada gesto, cada dato importante de Laura, de los días antes y después de su desaparición. 

Recordó a Claudio con su bata blanca hablándole de cómo retomar su vida. Recordó a sus padres implorando que olvidara a Laura. Recordó las reuniones de apoyo, las terapias. Inventarió quince años de recuerdos empolvados y desgastados por el paso del tiempo. 

¿Podría olvidarla?, ¿podría no ser ella? Meditó, y después de mucho rato se convenció que así fuera ella, no valía la pena insistir. Si realmente era ella y ahora vivía ahí, con niños pequeños y un marido, había tomado su decisión. Ella hizo su vida sin él, abandonándolo sin una palabra, precipitándolo a un infierno de preguntas sin responder y pesadillas recurrentes. 

Pero sobrevivió, un día a la vez fue aceptando su ausencia, un día a la vez fue retomando su normalidad. Claudio con sus sabios consejos y su familia con su apoyo incondicional lo salvaron, lo ayudaron a continuar con su vida y ahora, el fantasma de ojos tristes amenazaba con destruir su estabilidad. 

Pudo continuar porque pensó que había muerto. Sufrió su desaparición, la buscó por años y nunca recibió señal alguna. Incontables veces imaginó su cuerpo entre matorrales con zamuros sobrevolándolo, otras veces la veía enterrada en una tumba poco profunda de tierra amarilla recalentada por el sol, o tirada en la cuneta sucia de alguna autopista. 

Decidió olvidarla de nuevo. En fin, ya estaba muerta para él. 

A la mañana siguiente volvió a la oficina, reanudó su rutina, o al menos eso intentó. Estaba distraído. No podía dejar de pensar en ella, en la Laura adolescente que creyó conocer tan bien, en la Laura mujer que sería la madre de sus hijos y recordó a la Laura madre del puesto a orillas de carretera. 

Se convirtió en una distracción constante, su esposa le preguntó en varias ocasiones sobre el motivo de su aislamiento, él, incapaz de contarle callaba, provocando aún más preocupación en ella.  

Semanas pasaron con ese pensamiento fijo. ¿Quién pensaría que recuperar un amor podía ser más insoportable que perderlo? ¿Sería posible continuar su vida normal? ¿Podría retomar la normalidad sabiendo que Laura vivía?  Lo intentó, de mil maneras intentó distraerse, olvidarla pero fue imposible, Laura se convirtió en una obsesión. Decidió volver al puesto a orillas de carretera. 

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Era media mañana cuando llegó, estacionó su auto junto al puesto y esperó a que se acercara. En el rudimentario mesón un par de lechosas pintonas y varias guanabanas muy maduras atraían moscas de la fruta, ella salió de la casa y caminó hacia el puesto.  

Tomó del mesón la mejor lechosa con una mano y una guanabana con la otra, y se acercó al vehículo por la puerta del copiloto. Una vez ahí tocó con los nudillos el vidrio oscuro que descendió con un zumbido.  

Justo cuando abría la boca para decir el precio de la fruta escuchó una detonación y cayó al piso. Antonio aceleró, rogando que esta vez Laura se mantuviera muerta.   

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Continuación del cuento "La extraña desaparición de Laura García" de @alevil y escrita para responder al reto de @alevil y @marlyncabrera

Espero les guste, que bastante me pusieron a pensar para darle una continuación verosímil al cuento.