Daniel abría su corazón y dejaba que sus palabras fluyeran de manera natural, en ocasiones se dejaba envolver en un silencio espontáneo para detenerse a mirarla fijamente a sus ojos, buscando encontrar en ellos la expresión de aceptación que él tanto deseaba.

A ella le resultaban mágicos aquellos instantes, aunque se sentía intimidada disfrutaba ver cada gesto y como de manera tierna y sutil la acaricia con su mirada, la cual le inspiraba cercanía y cierta seguridad. Era un momento en donde ambos querían paralizar el tiempo.

Daniel deseaba ponerla al tanto de las cosas más importante de su vida, veía esa oportunidad única por lo cual tenía que aprovecharla al máximo, estaba muy preocupado por llegar a su corazón, lo que no sabía era que ya Camila tenía destinado un lugar muy especial para él.

Empezaba a caer la noche y ellos se olvidaron de todos, no querían asumir que el tiempo pasaba y que tendrían que despedirse, pero en un momento de lucidez ella se percató que debía regresar a casa, sabía que su madre la esperaba y no quería preocuparla.

Daniel la tomó de la mano y ella temblaba, mientras se despedían acordaron de verse y seguir conversando pues comprendía que habían muchas cosas por decir aún, sobre todo Camila que dedicó aquellas 3 horas para escucharlo, mirarlo y convencerse de una vez por todas de aquellos sentimientos que ya eran difícil de esconder.

Daniel acompañó a Camila hasta la puerta con ganas de retenerla, sin embargo, reprimió aquel deseo y con un abrazo cálido le beso la mejilla con cierta timidez y respeto, quería ir poco a poco, no quería abrumarla y aunque ya le había expresado sus sentimientos, faltaba escuchar de ella su consentimiento.

Camila se dejaba llevar por la sensación intensa de la ocasión y con una sonrisa encantadora le hacía ver lo importante que fue para ella visitarlo y escucharlo, era un comienzo inminente para una relación donde ambos querían dar lo mejor, conocerse y dejar que la cosas fluyeran sin ningún tipo de presión.

Mientras ella tomaba el taxi Daniel permanecía de pie en la entrada, esperando acompañarla con la mirada hasta donde le fuera posible, pero Camila estaba tan emocionada que olvidó dar su última mirada de despedida, trataba de recordar cada una de sus emotivas palabras y estaba ansiosa por llegar a casa y contarle a su madre.

Sentada en la parte trasera del auto Camila se sentía libre de sonreír cuántas veces su emotividad se lo permitía, momentaneamente olvidaba la presencia del conductor y colocaba sus manos en su rostro sacudiendo su cabeza al mismo tiempo como queriendo despertar de un sueño.

El chofer la miraba por el retrovisor y dejaba asomar una sonrisa en su cara, era capaz de dejarse envolver por aquella explosiva alegría que llevaba su pasajera, lograba imaginarse que algo muy bueno le había ocurrido para que ella disfrutara de tanta felicidad sin intenciones de disimular, sin embargo, fue respetuoso al mantenerse en silencio durante el recorrido.

Al llegar a casa encontró a su madre preparando la cena, la sorprendió por la espalda de manera brusca, alzando su cuerpo hasta donde le fue posible, gritaba y sonreía como si la vida la premiará con el amor de aquel hombre que se metió en su corazón en poco tiempo.

Ángela no lograba entender lo que pasaba, pero se concentró en esos minutos de felicidad que su hija desbordaba, no quería interrumpirla haciéndole preguntas, prefirió reír con ella porque verla así, le resultaba fácil dejarse contagiar por el momento.

Llegada la ocasión para que Camila pusiera al tanto a su madre de todo cuanto le había ocurrido, Ángela se puso cómoda en el sofá de la sala y como siempre la escuchaba con mucho interés, Camila con un entusiasmo desbordante le daba cada detalle de su conversación con Daniel, por lo que ya Ángela empezaba a entender el motivo de tanta felicidad.

A pesar que el tiempo de su conversación con Daniel no le permitió hablarle de lo que sentía por él y como fueron sucediendo las cosas, ya para ella era más que suficiente aquella declaración para sentirse feliz. Tanto su madre como ella sabían de lo que empezaba a crecer en su corazón, solo bastaba saber si Daniel sentía lo mismo.

Por eso su conversación con Daniel significó tanto para Camila que solo deseaba poderlo compartir con su madre que fue testigo de aquellos momentos de angustia y de dolor al enterarse que Daniel había tenido aquel accidente y que peor aún no pudo estar a su lado por ciertas circunstancia que se lo impedían.