Envejecer Dignamente.

Ayer estuve compartiendo un rato, con mi apreciado amigo Ramón, quien se encontraba especialmente feliz, y no es para menos, este gran amigo, está arribando a la edad de ochenta y tres años. En conversaciones anteriores, él siempre me había manifestado, que su mayor temor frente a la vejez era sentirse inútil.

Gracias a Dios esta edad no le ha impedido para nada, seguir ejerciendo su trabajo diario, prestando su servicio de transporte público, actividad a la que se dedica desde su jubilación. Esta necesidad de sentirse útil, la compartimos la mayoría de los que transitamos esa etapa de la vida, en lo particular pienso que es la principal condición para envejecer dignamente.

Observar la actitud, con la cual Ramón asume su nuevo aniversario y como sale cada día a prestar su servicio con alegría y buena disposición, siempre cuidando su apariencia personal, compartiendo bromas con sus pasajeros, me hizo pensar en las diferentes maneras que tenemos para asumir el hecho de hacernos mayores.

Al igual que la mayoría de los que andamos en la edad avanzada, Ramón también se enferma, también siente las deficiencias físicas, pero él está consciente y las asume como condiciones típicas de la edad, no las utiliza como motivo de quejas, ni permite que estas les impidan hacer una vida moderadamente normal.

A diferencia de otros contemporáneos e incluso de menos edad, que centran las conversaciones en temas deprimentes, como las enfermedades o la cercanía de la muerte, conversar con Ramón, nunca deja de ser una experiencia agradable, sus temas de conversación, además de ser variados, se hacen más interesantes cuando son tratados desde la perspectiva de la experiencia, sus palabras están llenas de enseñanzas y optimismo.

Es innegable que con la edad siempre llegan ciertas limitaciones que nos impiden realizar ciertas actividades que solíamos hacer cuando jóvenes, y así debemos reconocerlo y aceptarlo. Pero esto no significa que tengamos que autoexcluirnos de nuestra familia y la sociedad, al contrario, debemos manifestar nuestra disposición de ser útiles, bien sea con nuestra experiencias o con labores acordes a nuestras capacidades y por encima de todo debemos estar agradecidos por haber llegado a esta etapa de la vida, disfrutar cada día, con serenidad, sin las presiones por las expectativas, ni los apegos materiales típicos de la juventud.

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