Y soy surrealista cuando acudo
a mis sentimientos para escribir
y no ahogarme.
Y soy surrealista cuando veo mis
manos convertirse en hielo y mis
ojos en lagunas turbias.

Mis venas sangran tinta y en mis
muñecas aparecen tatuadas las
palabras lastimeras de las noches
confusas; la escritura desde la pesadumbre
del alma desvirtuada por la
desrealización imparable del cosmos.

Soy surrealista cuando dejo salir
el subconsciente silenciado por el
prejuicio y la duda.
Soy surrealista cuando emergen las raíces
de los árboles ocultas en las
profundidades de mi razón,
llenas de los pensamientos oscurecidos
por el tiempo que han pasado guardados.
Por el tiempo que han pasado controlados.

Por el tiempo que llevo cohibiendo
mis emociones y reprimiendo el llanto
que ahora es un mar luchando con la
tempestad.
Y soy surrealista cuando al alba amanezco
entre ventanas temblorosas, manchas
opacas y murmullos en mi oído de voces
guardadas. De voces enterradas en la tierra
de lo que nunca dije hacia afuera.

De pasos inmóviles, congelados por el miedo
a tropezar entre los escombros de los
errores pasados y experimentar caídas nuevas.
Y soy surrealista en el crepúsculo
cuando recurro a la nitidez de los recuerdos
al final del día, cuando se hacen claros
después de la lluvia impregnada en las
habitaciones de mi psique.

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