Cuadros vivientes VI: El gran masturbador.
Mi cuerpo ardía, estaba a punto de estallar, no lo podía resistir ni un segundo más. Miré mis manos y sudaban abundantemente, esa figura que tenía delante de mí me excitaba en exceso y hacían que me viera obligada a acariciar mi caudaloso y hermoso coño.
Desde cerca me observaban y se contagiaba mi excitación, volví a observar esos hermosos genitales que tenía ante mí y no pude evitar meter mi mano bajo mis bragas, abrir mis labios y comenzar a masturbarme apasionadamente.
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Todo a mi alrededor parecía extraño, todo era bastante surrealista, me sentía como flotando en el aire, mi cuerpo era ligero y de mi interior no paraba de emanar ese mágico líquido que facilitaba mis tocamientos, que lubricaban mi entrepierna y me hacían mojar todo lo que estaba cerca de mi órbita.
Continúa Gala, ya casi lo tengo, por favor no pares.
No puedo parar Salvador, quiero continuar, quiero más, te quiero dentro de mí.
Gala continuó tocándose, siguiendo las instrucciones que Salvador le había dado, su candaulismo hacía que se excitara al verla a ella disfrutar del desnudo de otro hombre, al verla de masturbarse pensando en otra persona que no fuera él.
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La escena era bastante surrealista y se plasmó en un cuadro que Salvador Dalí inmortalizó y que llamó “El gran masturbador”. En él aparece la que fue su mujer y su principal musa Gala Éluard Dalí, la que le inspiró y le ayudó a ser quien fue. Un ser libre, culto, imposible de encajar dentro de ningún estereotipo femenino, con una personalidad compleja y extravagante que formó un universo común con otro ser extravagante como fue Dalí.
Otros cuadros vivientes:
I: La Gioconda
II: El sueño
III: Danae
IV: Desnudo n.º 1
V: El origen del mundo
