El cementerio de relojes (Tercera parte)

El desván es un espacio para sentarse a leer mis historias, poemas, reflexiones y otras manifestaciones literarias, donde la realidad y la ficción se entrelazan dándole a la vida esa magia de lo indecible. Un lugar para soñar, reír, llorar, transportarnos a mundos, cercanos y lejanos, embarcados en la nave más rápida que se haya inventado: la imaginación.

Y tras unos segundos de silencio que se toma como para retomar el hilo de donde había quedado sigue la narración.

-“Ante el reclamo de un compañero lo lanzó al lugar donde estaba y en la mañana amaneció sin vida, con los ojos abiertos desorbitadamente, como si hubiese visto algún fantasma.

- La voz se corrió pero los venidos de la capital se rieron de la liviandad con la que los pueblerinos se creían historias fantasiosas.

-Días después los ocho visitantes fueron encontrados en su carpa sin signos vitales.

Las alarmas se encendieron y el gobierno acusó al terrateniente de haberlos envenenado y enviaron expertos forenses al lugar.

Estos quedaron impactados ante el heteróclito informe.

Todos fallecieron de un paro cardiaco.

Los crucifijos y las oraciones se multiplicaron en la zona, el pueblo clamaba por un perdón sagrado para las almas de los fallecidos y reclamaban al terrateniente que cumpliera lo prometido.

Al final este cedió pero se tropezó con la negativa del gobierno a aceptar dar por terminado el acuerdo y una invasión de fuerzas militares fue enviada para apoderarse del botín.

No hizo falta un solo disparo.

Cada persona que tomó un objeto del lugar en pocas horas murió ante los ojos incrédulos de sus compañeros.

Al final nadie deseó cumplir las órdenes y los propios militares que quedaron ayudaron a los habitantes a terminar de enterrar lo que el rio había sacado a la superficie.

-Los medios de comunicación, tan activos al comienzo, como por arte de magia desaparecieron, tal vez presionados por el propio gobierno y el final de la historia no fue publicitado.

La versión oficial fue que todo lo encontrado era falso y que el tal cementerio no existía.

El Yagual siguió siendo un lugar olvidado en la geografía.”

-Guauuu –Exclama uno de los presentes.

-¿Y por qué entonces ya no existe?

-Poco tiempo después que todo quedara quieto murió el terrateniente, una peste extraña apareció en los alrededores y mató a casi todos los habitantes del pueblo y los vecinos, por si fuera poco como por arte de magia o del diablo, los Moreno murieron y las tierras le quedaron al Estado quien las vendió a diferentes personas.

-¿Y dónde quedaba ese pueblo?

-Es el que está a pocos metros de acá y el cementerio de relojes podría estar en el lugar donde ahora estamos.

Como impulsados por un resorte todos se levantaron y casi al unísono gritaron.

-Carajo.

El anciano se quedó sentado, soltó una carcajada y luego dijo.

-Sin dudas, no hay hombre tan valiente que no le tenga miedo a lo que no ve.

-Con eso no se juega patrón.

-No lo estoy haciendo, es una historia real, yo estaba pequeño y me salvé porque mis padres en ese entonces se hicieron amigos del periodista que sacó el reportaje y me enviaron con este a la capital a estudiar, allí pasé a ser como un hijo para el entonces joven cuando acaeció la muerte de mis progenitores.

-¿Y que hace por estos lares?

-Prometí regresar y hace veinte años, cuando mi esposa murió lo hice ante las protestas de mis hijos, pero moriré en este lugar y seré enterrado en el cementerio del pueblo junto a mis padres.

-Pero eso ya no existe.

-Existirá cuando llegue el momento. .

-Todos quedan callados y temerosos. .

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