Una vez aprendí que los personajes de un cuento son como personas reales pero que viven en otro mundo, así debemos verlos los escritores. Ellos reciben vida y movimiento cuando creamos para ellos diálogos y situaciones.

Permanecerán en escena tanto como existan lectores que esperen saber de ellos. Así son mis personajes, solo que voy un poco más allá y para mi tienen vida mientras yo me acuerde de ellos. Pero lo cierto es que no puedo acordarme de todos ellos todos los días. Es imposible para mí. Así que algunos tendrán que irse con el tiempo, quizá a un viaje en lo profundo de mi mente, a ese mundo de fantasía donde una tortuga que carga un árbol a su espalda, recibe a todos los que fueron olvidados. El paraíso de los personajes de cuentos.

Quizá regresen algún día para contarnos alguna anécdota nueva. A veces pienso que el mundo real no merece conocerlos siquiera, ya que no llegan a apreciarlos lo suficiente, o al menos no lo manifiestan.

Hoy despido a un amigo querido que se va a ese lugar, a conocer a la tortuga. Con él se va toda una tripulación de aventureros. Pero no me entristece, ya que yo puedo ir a visitarlo cuando quiera.

Adiós amigo, creo que soy el único que entiende y se da cuenta de tu partida...