Enterrado dos veces

in #entropia5 years ago (edited)



Fuente

El gaucho Rosendo Saravia había negociado estupendamente bien el pago con cuatro potros de buen porte por sus tareas de puestero de la estancia La Pantanita durante el largo invierno pasado. El patrón, Don Joseph J. Hirking, le pidió que se los llevara inmediatamente pero Rosendo demoraba la partida con excusas pueriles, tenía un poco de miedo, no por la tarea de arrear equinos que conocía de memoria sino por tener que cruzar una gran extensión de tierra donde el peligro de encontrar indios o bandidos era grande.

Tenía aun fresco en su memoria el asesinato de su compañero y amigo Riberto Rojas a manos de la banda de la “Inglesa” como se conocía a Helen Greenhill Beckar (de esta bandolera ya hablé en otro post que pueden ver haciendo clic Aquí ); por comentarios recabados en las pulperías y reuniones de troperos y gauchos todavía andaban libres por la zona y continuaban con sus fechorías. Sólo una semana atrás se conoció otro robo violento en inmediaciones del pueblo de Tres Lagos, todas las pistas apuntaban a la misma banda, para peor la pequeña villoría se encontraba a pocas leguas de su ruta.

De casualidad yo también dejaba la estancia de Don Joseph y arreglé algo parecido, por mi trabajo me daban cuatro potros de la misma camada aunque la obligación era separarlos de la manada de la estancia por lo cual también yo debería partir, mi destino sería el Lago Viedma donde esperaba adquirir por poco dinero algunas tierras fértiles para establecerme.

De tal suerte que arreglamos con Rosendo para que me acompañara, sería un socio, bastante bueno por cierto, hacía años que lo conocía y era una persona de ley. Para él era una bendición tener compañía, el miedo se le aflojó un poco al saber que no viajaría solo y además tendría tierras propias, cosa que nunca se había planteado con seriedad.

De pasada por Tres Lagos visitaríamos el lugar del asalto y la tumba de su amigo recientemente asesinado, su intención era llevarle un cuchillo verijero encabado por el mismo con hueso de asta de huemul, esas cosas se le daban de lo mejor y sería una especie de último homenaje por su amistad de muchos crudos inviernos.

Cuando llegamos vimos con gran pena que el cuerpo estaba a medio enterrar y un tanto comido por las alimañas de la zona, acordamos que mientras yo volvía al pueblo en busca de una pala, Rosendo se quedaba a cuidar que el estropicio no fuera mayor.

Así fue que enterramos a Rigoberto por segunda vez, ahora a conciencia, hicimos un pozo mucho más profundo al lado del anterior y solo lo empujamos con la pala porque hacía tiempo que estaba finado y la descomposición era grande.

Junto con el pobre desgraciado pusimos el verijero, era un momento particularmente triste y como nunca antes había visto a mi futuro socio, unas lágrimas hicieron un surco en su polvorienta y poceada cara.

Así fue como decidí que no podía haber elegido mejor socio para mi futuro como hacendado.


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Héctor Gugliermo

@hosgug

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