Torreros

in #entropia5 years ago (edited)

El bergantín “Santa Clara” navegaba a toda vela en un mar sorprendentemente tranquilo, la posición actual determinaba que estaban a escasas 10 millas del estrecho de Le Maire, en pocos minutos verían a babor la Isla de los Estados y a estribor el cabo San Diego. Luego vendría el Cabo de Hornos, el pasaje hacia el océano Pacífico y la búsqueda de un buen islote para desembarcar y construir un faro.



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El capitán Torrealba estaba nervioso, era su primera incursión en estas aguas y las historias y leyendas de su peligrosidad solo aumentaban esa ansiedad, cosa que ya había sido percibida por la tripulación, el ambientes estaba tenso, la tripulación no confiaba en la pericia de su capitán y eso era síntoma inequívoco de un probable motín. Por el momento el buen clima y el mar calmo ayudaban para evitarlo.

Alguien que también estaba intranquilo era el contramaestre Alfonso López pero por motivos muy diferentes a los del capitán. Su carrera como marino había comenzado muchos años antes, según sus cálculos unos cuarenta, había recorrido todos los mares conocidos del mundo comenzando como grumete, luego fue aprendiz, marinero y ahora, en edad de retiro culminaba como contramaestre. Pero como no podía estar lejos del mar que era el sentido de su vida, había solicitado este último viaje y su designación como torrero del faro que se iba a construir.

El destino quiso que el resto del viaje fuera tranquilo, muy lejos de esas tempestades con niebla que no dejan ver más allá del bauprés de las naves y olas gigantes que hunden barcos como si fueran juguetes.

Encontraron una isla con promontorios ideales para una buena visibilidad del faro, atracaron y comenzaron a llevar en chalupas todas las herramientas y materiales para la construcción.

Alfonso finalmente se tranquilizó, no habría motín, el capitán había cumplido con el objetivo de llegar al Cabo, ingresar por el canal y ubicar una buena isla donde construir el fanal; él tendría lo que quería.

20 días tardaron en construir el faro, 16 de ellos bajo lluvia y viento intensos, parecía que el destino hubiera querido que se hiciera pero advirtiéndoles de lo riguroso que era el clima en el confín del mundo. Quizás el faro sirviera para evitar algunos naufragios.

Bajaron provisiones para 3 meses pero Alfonso no estaba preocupado por ello, el tráfico marítimo por la zona era constante y seguramente muchos agradecidos harían una parada en el faro para conversar y dejarle alimentos y enseres.

Había un grumete de nombre Joaquín que albergaba la esperanza de que Alfonso lo dejara quedarse con él, pero éste le dijo que primero recorriera el mundo, que viera y aprendiera todo lo que pudiera y en unos años viniera al faro a relevarlo, muy a su pesar el joven e inexperto grumete aceptó el trato sabiendo que era lo mejor.

El bergantín se fue pocos días después de haber terminado su misión, el capitán aguardó todo lo que pudo especulando con que el tiempo mejorara pero no fue así, tuvo que sacar fuerzas de flaquezas y poner rumbo hacia el océano Pacífico, debían ir hasta las islas de las especias para llenar sus bodegas y pagar con ello el costo del viaje.

Alfonso sirvió eficientemente por 3 años al cabo de los cuales una rara enfermedad acabó con su vida en pocos días; un tiempo antes se enteró por un galeón que atracó en inmediaciones del faro por reparaciones que el bergantín que lo había traido zozobró dos días después de dejarlo en la isla, en medio de una fuerte tempestad chocó contra un promontorio rocoso y se hundió, no sabían si hubo sobrevivientes.

El faro continuó brindando servicios por muchos años y uno de los que ocupó el puesto de torrero fue Joaquín Sotomayor, sobreviviente del naufragio del Santa Clara.


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Héctor Gugliermo

@hosgug

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