Perfume de la felicidad (freewrite) Por G. J. Villegas

Frente al espejo miro mi rostro y la fea mueca de mi tristeza. Mis labios pesados descienden con desconsuelo formando un arco. Mis parpados caen, agotados por las ideas orgullosas que durante la noche debatían en mi mente palabras ponzoñosas.

Frente al espejo veo las huellas de sus deliberaciones alrededor de mis ojos. Dos grandes sombras que se burlan de mí. Sueltan carcajadas irónicas, escucho sus voces agudas mientras me señalan mi dolor.

Este ritual se repite cada mañana. Como prisionero en la más oscura celda, que se asoma por la pequeña reja en la pared en busca del Sol, me siento frente al espejo procurando silenciar la voz del desánimo día tras día.

Un secreto guardo dentro de mí, un pensamiento escondido en lo más profundo de mi mente. Un paladín que corre a mi rescate cuando escucha las voces odiosas de la decepción y la negación. Un adalid, un campeón de gigante armadura. Pone en fuga y espanta la sensación de dolor.

Corren como cobardes ante su presencia. Abro el cajón de mi mesa de noche, y saco el frasco de un curioso perfume, hecho de una flor exótica cuyo nombre ya no recuerdo. Coloco un poco en mis mejillas, y su olor se mezcla con el aire de la habitación. Un fresco aroma a felicidad y emoción, a eufória y amor.

Como nieve fría caen sobre mis ideas pesimistas y apaga el incendio que causan cada mañana. Respiro hondo y mis labios dibujan una sonrisa, las sombras debajo de mis ojos desaparecen. La voz inicua de mis pensamientos se calla; y solo una frase se apodera de mí, me viste con noble ropaje.