Postre. Un cuento (Parte 1/2)
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Aunque lo negaba, todos sabían que había comido todas las tartaletas. Era una trampa para atrapar al ladrón y este había caído a la primera —y en grande.
El caso se remonta al 31 de diciembre hacía tal vez veinte años, en casa de Alonso y Elsa durante la víspera de Año Nuevo. Alguien se comió los duces de los niños, alguien de la familia. Todos culparon al primo Roberto; callado y siempre jugando con algo que no le habían comprado sus padres y que nadie recordaba haberle regalado. Seguramente él. “Además es un mata gatos”, dijo Martha, la menor de las hembras.
Una acusación silenciosa cerró el incidente esa noche y los familiares que habían ido a recibir el Año Nuevo en esa ocasión se marcharon sin saber de la penosa eventualidad de la cual habían sido protagonistas.
Cada diciembre se reunía la familia y cada vez desaparecían los platillos más destacados del festín, a veces solo parte de ellos. Todos veían a Roberto con esa mirada de quien ha confirmado la sospecha. Pero llegó el día en que los tíos dejaron de llevarlo y aún así el hurto misterioso siguió ocurriendo cada vez.
¿Si no era él, quién podía ser? Impensable achacarle la culpa a uno de los tíos. ¿Acaso el ladrón estaba en casa? La noche de la víspera de Año Nuevo del 93 fue larga y recelosa.
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