Concurso de cuentos #fotocuento - Semana 8: El lenguaje de las flores
Saludos, amigos.
Presento mi entrada al Concurso de cuentos #fotocuento , en su octava edición. Dejo el link para quienes sientan curiosidad. Allí podrán enterarse y leer a los participantes de la edición anterior.
Este interesante concurso es promovido por @rahesi desde Steemit, y a ella agradezco esta iniciativa que, con constancia, ha hecho perdurar, y que significa mucho para quienes escribimos narraciones.
La fotografía presentada en esta ocasión me ha traído una conexión particular. Ha sido muy interesante explorarla.
Dejo, pues, mi relato, con la esperanza de que le guste a quien se acerque.
El lenguaje de las flores
Vivía entre flores. Las entendía y conocía su lenguaje.
Desde pequeña, su madre y la señora Rosa le habían enseñado a distinguirlas. Sabía por qué no debía poner hortensias en un ramo de novia, ni gladiolos en una corona fúnebre. Su formación había sido su vida de todos los días, y la recordaba como si la contemplara detrás de un cristal muy pulido.
La florería ocupaba la sala de la casa y se había extendido hasta el zaguán. Glicinia creció con sus padres, ocupando el resto de la casa, siempre sumergida en emanaciones florales, que dejaban filtrar una nota delgada de dulzona descomposición vegetal.
Glicinia —decía su madre, esa voz amada que nunca olvidaría (con los años había perdido su rostro, pero no su voz, nunca)—, es una muchachita, una quinceañera, pon campanitas de invierno. La cala es para mujeres hechas.
Su madre murió demasiado pronto. Entonces la señora Rosa le enseñó a hacer coronas de difuntos.
La señora Rosa, que era un alma de salvia, había acompañado su pena, mientras le pasaba crisantemos:
—Para la eternidad, Glicinia, y coge unas flores de parchita del patio, para que el Señor le tenga piedad; encajemos aquí mismo heliotropos, pues la vamos a querer siempre, y glicinias, porque le gustaban mucho y de allí vino tu nombre.
Lloraron hasta quedar secas. Luego, pasaron dos años duros de silencio y luto, y, al arribar al tercero desde la partida, la señora Rosa se mudó a la casa y ocupó el lugar vacío en el lecho de su padre. No hubo ramos de novia para Rosa y para Glicinia no hubo mayores cambios: la señora Rosa siguió siendo la señora Rosa, solo que ahora estaba para las cenas. Su padre logró sonreír otra vez. Glicinia llegó a manejar diestramente el negocio y lo especializó en servicios funerarios.
Con frecuencia, los clientes le llevaban fotografías de sus difuntos y ella armaba paraísos florales que contaban hermosas historias: siemprevivas que te llevarán con belleza, rododendro porque persistirá tu sonrisa, peonías para que encuentres alivio…
Trébol; siempreviva; rododendro; peonía
En su momento contó la historia de Rosa, que había sido buena con ella. La contó con ramitos de salvia. Y la de su padre, al que siempre quiso menos, con tréboles.
Un día, temprano aún en su vida, vio una flor desconocida crecida en medio del patio. ¿Quién eres?, preguntó. Pero inmediatamente entendió que desde siempre había conocido su nombre.
Gracias por la compañía. Bienvenidos siempre.
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Hermosa historia @adncabrera, siempre me pregunté cómo era crecer entre flores, es decir, en una familia cuyo negocio es una florería, gracias a tu cuento tengo una idea. Gracias por compartirla :)
Gracias, @rahesi. Por alguna razón, no recibí notificación de este comentario.
Me alegro de que te haya gustado.