Concurso de cuentos #fotocuento - Semana 4: 𝔻𝕖 𝕝𝕒 𝕤𝕚𝕞𝕒 𝕒 𝕝𝕒 𝕔𝕚𝕞𝕒.

Esperé mi turno, la montaña no era una alternativa; era el motivo principal; mi aventura. No era (ni soy) escalador ni nada parecido, pero algo de la experiencia de subir una montaña me emocionaba; sentí que quería hacerlo. Y allá fui, con mi pequeño bolsito y mucho miedo, para qué mentirles.

Tardé varios días en animarme a salir al pie de la montaña. ¿Estás seguro de ir solo?, me decían todos. Seguro, seguro, no; decidido, sí. Finalmente me lancé. -Qué más da; vine a esto, ¿o no? -, me dije. No tenía ni una mochila especial, y mi saco de dormir solo estaba atado a mis cosas con una soga. Solo me tenía a mí. Y era eso lo que había ido a buscar.

Empecé caminando lento. Mi preocupación era encontrar el sendero bien delimitado. Pero al comienzo esto no fue fácil. Así que solo dejé de pensar y disfruté de caminar, caminar y caminar, respirando y sintiendo que por fin estaba haciendo lo que quería.

Pero cada uno en la montaña; así como en la vida, tiene su propio ritmo. Y entonces, aunque hubo momentos en que compartí trayectos de caminata y charla; luego cada uno seguía su tiempo; y yo, el mío.

Cuando volví a seguir el rumbo, me encontré con que me llevaba a un bosque -perfecto, ¡sombra!-. Allí los senderos estaban marcados con hashtags pintados en los troncos. Cada hashtagr indicaba un camino diferente; así que yo, como en un juego iba siguiendo las pistas.

Ya estaba cansado. La tarde comenzaba a caer y la noche llegaría pronto. La ansiedad y el miedo empezaron a invadirme. No pasaba nadie por allí, nadie a quién preguntar. -¿Pasar la noche en medio del bosque? ¿Solo?- Sentí muchas ganas de llorar. Sentí desesperación. Todo el bosque parecía igual.