Hace años atrás dos niñas, Elena y Marie; juraron ser amigas por siempre. Ambas se prometieron estar presentes en los momentos buenos y malos de sus vida. El juramento tuvo lugar en el precioso jardín de la casa de Elena, un lugar donde las flores se convirtieron en testigos de aquel compromiso. Cada niña tomó una flor de color amarillo tan fuerte como el sol de aquel día e intercambiándolas las guardaron como un tesoro, como símbolo de un pacto entre hermanas.

Estas amigas lo compartían todo, los secretos entre ellas no existían. Poco a poco crecieron y siendo unas jovencitas Marie encontró el amor. Un chico que cumplía sus expectativas, su alma gemela. Elena se alegró mucho, pues era testigo de lo feliz que era su amiga. Sin embargo, al transcurrir el tiempo de a poco perdieron contacto, casi no compartían juntas, las cosas habían cambiando.

Cierto dia Elena decide visitar a su amiga, para su sorpresa al llegar a su casa no la invitó a entrar solo la recibió en su puerta. De inmediato Elena pudo notar el miedo en la ojos de Marie, quien insistió en que se marchara antes de que su novio llegara.

Elena se marcha angustiada por la situación que acaba de presenciar. Sus llamadas telefónicas no cesaban pero ninguna era contestada. Pasaron días, semanas y Elena no sabía de Marie, haciendo que su preocupación incrementara.

Una noche decide ir a escondidas a casa de su amiga, encubierta en su coche observa todo lo que pasa detenidamente, se oyen gritos, llantos, peleas. El novio sale enfurecido, enciende su coche, a una velocidad impresionante se marcha. Enseguida Elena desciende de su auto, corriendo se dirige a la casa de Marie y toca desesperadamente aquella puerta. No puede creer lo que sus ojos están mirando.

Su amiga no era aquella chica de hermoso semblante y mirada cálida. Sus ojos solo contemplaban un rostro de piel amoratada, un púrpura que pintaba su ojos color miel, hilos incesantes de sangre que emanaban de sus cosas nasales y tristes lágrimas que mojaban su delicada tez maltratada.

Elena llora al mirar a su amiga así, la impotencia se apodera de ella por lo que pregunta: ¿Porqué permitiste esto? ¿Porqué no me contaste nada? Ambas lloran desconsoladamente. Vete, mi novio no puede verte acá, fueron las palabras de Marie.

Elena saco una flor amarilla marchita y seca diciendo: no te dejaré sola.

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DIOS TE BENDIGA

Lucas 1:37: "Porque nada hay imposible para Dios."