¿Dónde habré dejado mis hilos? ¿Por dónde estará rodando el ovillo anaranjado de las horas? ¿En qué jardín de olvido habré extraviado el bordado de mis días? Todo se me pierde. No encuentro ni el encaje de mi vida, ni las agujas con las que solía puntear pequeñas alegrías.

Bordar me ayuda a superar los días que se deshacen para volver a empezar la rutina de esperar a alguien que nunca llega. Alguien que venga a decirme dónde estoy y qué hago aquí, en este patio que se repite incesante, con sus estambres entramados delante de mis ojos y dentro de mis penas. Alguien que me explique por qué me duele tanto el amarillo dorado de las hebras que se muestran vivas cada mañana de seda y se tornan raídas en la basta lona de la tarde.

Todo se entreteje. Siento que doy vueltas como cuando iba a la feria y, sobre el tiovivo, veía a mi madre (¡pobre de ella, dónde estará en este momento!), cosiendo con sus labios sonrisas de tristezas. Todo me da vueltas. Ya llegan las sombras a ocupar el espacio dudoso donde habito.

Soy un dibujo que se ha descolorido con el paso de las horas. ¿Soy un lienzo que se ha deshecho con el paso de los años y caigo en la soledad, convirtiéndome en este trozo de tela aida truncada e inconclusa? Está desatándose en el abandono la madeja sutil de mi tiempo. ¿Otras manos también hacen bordados y yo estoy cruzada por las agujas de labor del destino? Pronto llegará la noche congelada, la oscuridad pronto arropará con sus manos de oscuro algodón el cáñamo de mi cuerpo. ¿Otras manos me están tejiendo? Margarita, ese es mi nombre.

Escucho una voz, lejana. ¿Quién está allí? ¿Alguien me escucha? ¿Madre, eres tú? ¿Eres tú, mi cuidadora? Percibo una mirada sobre mí. ¿Eres tú quién me ha venido a buscar para llevarme de regreso a mi habitación? ¿Eres tú la persona desconocida que me atiende lamentándose de mi suerte?

Para mí misma soy una extraña, la maniática, la solitaria que necesita siempre un labrado en qué ocupar sus manos. La loca que pespunta su punto atrás. Cae la oscuridad con su descosedor y sus tijeras al borde de mi punto de cruz, se acerca a esta silla de ruedas que se encuentra inmóvil, clavada en el patio vacío.

Fuente

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