Él me dijo que nos veríamos en Calle Escondida, yo le tenía miedo a esa calle desde niña. Me dijeron que allí vivían los judíos, y que los judíos eran malos; con el tiempo yo supe que eso no era verdad, que había judíos buenos y judíos malos, como nosotros, que algunos somos buenos y otros no; porque yo soy buena, yo hago caso y no hago cosas malas.

Pero ella me sigue dando miedo, es muy encerrada, los edificios son muy altos a ambos lados, parecen elefantes que están quietos, pero que si se llegaran a mover nos ahogarían a todos solo con su aliento; pero es que él me dijo que era allí, cerca de un tubo plástico por donde baja el agua desde arriba; un tubo largo y flaco, torcido en una cornisa como una culebra embarazada. Yo voy a ir de todos modos, porque yo hago caso, y aunque la calle me da miedo, a mí me gusta estar con él, y que me haga cosquillas con sus dedos de una forma que yo no sabía que se hacían cosquillas, y que se coma mi boca como dormido, sudando como si tuviera mucho miedo, como si no fuera a despertar nunca más; yo también siento que me duermo, y no puedo abrir más los ojos hasta que empiezo a respirar muy rápido y me escucho el corazón, y los pies me pican como cuando camino descalza y me dan ganas de orinar. Él tiene las manos grandes, y la espalda grande, y sus brazos son como los de mi hermano cuando lucha conmigo, como dos culebras que a veces siento que me ahogan, pero no me ahogan. Él huele a lluvia cuando viene, pero cuando tiene rato conmigo huele caliente como cuando mamá me pone la mano en el cuello y dice que estoy enferma.

Es por eso que voy a ir, por más nada, no es por nada malo, porque yo hago caso, y aunque Calle Escondida me da miedo, ya siento ganas de orinar cuando pienso que él me hará reír y que voy a cerrar los ojos, y que entonces yo voy a pasar todo el día con el olor que tiene el agua de la lluvia.

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HASTA OTRA OPORTUNIDAD. SUERTE PARA TODOS