"LA MUJER DE LA COLINA" Por Irma Pulido

in #fuerza-hispana6 years ago (edited)

FUENTE

En una lejana provincia, los habitantes de un pequeño pueblo comentaban con frecuencia acerca de la existencia de una bruja que vivía en una colina. Aquella mujer bajaba al pueblo justo antes de cada invierno para abastecerse de alimento y otras provisiones que necesitara.

Los pueblerinos, sabiendo que la supuesta bruja iba al pueblo solamente una vez y siendo muy supersticiosos, para protegerse de los malos espíritus que ella pudiera traer, colocaban en sus puertas y ventanas cruces de palma bendita, ristras de ajo y otras supercherías. Con esto pensaban evitar que algo malo les sucediera con su llegada.

Cuando ella entraba al pueblo, ellos permanecían encerrados en sus casas y la veían pasar sólo asomándose por las rendijas de las ventanas. No podían detallarla bien por el tipo de vestimenta que usaba: ropa muy larga y oscura y un manto negro que cubría su rostro.

Nadie había visto su cara, ni siquiera el anciano del almacén, quien era la única persona que no la molestaba, sino que la trataba con mucho respeto, por lo cual, el resto del pueblo le reprochaba que la recibiera y lo amenazaba constantemente. Sin embargo, nunca llegaron a cumplir sus amenazas, ya que él era quien los proveía de alimentos y otros artículos también necesarios.

Por otra parte, la misteriosa mujer sólo los visitaba cada cierto tiempo, así que no había problema alguno. Pero en una oportunidad sucedió algo inesperado: al día siguiente de que ella hubiera hecho sus acostumbradas compras, regresó al pueblo. Fue vista por un pastor quien dejó su rebaño en el campo y corrió para avisar a todos

La gente, desesperada y furiosa, ya que no estaba preparada para esta sorpresiva visita, luego de cerrar sus casas se dirigió a las afueras del pueblo para impedir la entrada a la humilde mujer. Muchos se preguntaban: ¿Qué vino a hacer de nuevo al pueblo? ¿Por qué tuvo qué regresar? Lo que más les preocupaba era que ya habían quitado las protecciones de sus hogares. Su ignorancia les impedía detenerse a pensar en las razones que pudieran motivarla a volver al pueblo ¿Qué le sucedía? ¿Qué necesitaba? ¿Estaría enferma? Pero, no, ellos estaban tan ciegos que se armaron de palos y piedras para no dejarla entrar al pueblo.

Ella, al ver esa multitud que se le venía encima maldiciéndola y diciéndole palabrotas, tuvo que correr de regreso a la colina para refugiarse allí. Algunas piedras lograron alcanzarla haciendo que se tambaleara, pero al fin pudo ponerse a salvo. Entretanto, los habitantes del pueblo, volvieron preocupados por alguna mala influencia que ella pudiera haberles dejado y decidieron reunirse para buscar la manera de sacarla de la región definitivamente.

Esa noche llovió con mucha fuerza y así continuó por dos días más provocando daños graves en varias casas y la muerte de muchos animales domésticos a causa del frío invernal. Todos estos acontecimientos hicieron pensar a los supersticiosos que era a causa de la mujer de la colina. La repentina desaparición de un niño alteró aún más los ánimos de aquellas personas y, en lugar de hacer lo acordado, echarla del lugar, pensaron que lo mejor sería ajusticiarla, quemarla en su misma casa. Temían por la vida del niño, quizá ya lo había matado o lo mantenía prisionero.

Una vez más se armaron con lo que encontraron y se encaminaron hacia la colina dispuestos a todo, gritando, vociferando en contra dela mujer, quien, al escuchar el alboroto se asomó por la pequeña ventana, inocente de lo que ocurría. Cuando vio esa cantidad de gente que se acercaba amenazante a su humilde hogar, tomó su gatito, su única compañía, y salió rapidamente de la casa. Se escondió en una cueva cercana. Desde allí pudo ver cómo destruían todo y la manera tan cruel como prendían fuego a la cabaña que por mucho tiempo había sido su morada.

Por un buen rato estuvo escuchando las cosas horribles que le gritaban:
-¡Ojalá te pudras en el infierno, bruja!
-¿Qué hiciste con el niño? ¿Acaso te lo comiste? ¿O lo mataste?
-¡Entréganoslo!

Y se regocijaban con satisfacción por lo que habían hecho. En ese momento llegó alguien anunciando que e niño no estaba perdido, sino que se había ido de su casa a consecuencia de un castigo recibido de parte de su padre, pero ya estaba de regreso con su familia.

De igual forma, comprobaron que los animales habían muerto de peste común y el daño en las casas se debía a la falta de mantenimiento y previsión de sus moradores. La mujer no había sido causante de nada de lo que le habían atribuido, era inocente de todo lo que la habían acusado. Se encogieron de hombros con indiferencia.
-Ya está hecho...No podemos volver atrás.

Enseguida se les unió el anciano del almacén, asombrado ate la maldad de sus vecinos y avergonzado por su actitud indiferente ante lo que habían hecho. Les exigió que repararan el daño causado a esa pobre mujer que había resultado inocente a todas las acusaciones.

En ese instante, la mujer salió de su escondite, deteniéndose a una distancia prudente de ellos y viendo con dolor lo que había quedado de su casa. Se descubrió la cara, llorando por la maldad de la humanidad y todos los presentes quedaron atónitos al ver aquel rostro tan bello y angelical que hasta ahora había mantenido siempre cubierto. Su sorpresa fue aún mayor cuando vieron que cada lágrima que salía de sus ojos se convertía en una perla cristalina que rodaba hasta donde ellos estaban.

Alrededor de ella se fue formando un arco de luz cubriéndola, a la vez que se iba elevando lentamente del suelo, mientras les hablaba diciéndoles:

-Yo os perdono, hijos míos, pero os pido que no juzguéis a nadie sin antes ver en vosotros mismos lo que lleváis en vuestros corazones.

Dicho esto, desapareció ante la vista asombrada de todos. Comprendieron que se trataba de la Virgen María quien había ido a darles una lección por juzgar a las persona y por tomar la justicia en su propia mano. De inmediato se persignaron y arrodillaron, pidiendo perdón y jurando no volver a hacerlo.

Allí construyeron más tarde, una capilla en su honor. Lo más curioso es que, sin que nadie las plantara, nacieron en todo el lugar muchas rosas cuya fragancia llegaba hasta el pueblo. Desde entonces todos viven felices y en paz.

Este relato está dedicado a aquellas personas que, por su ignorancia, juzgan a los demás sin ver lo que llevan ellos mismos en su corazón.

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