Corazón agradecido

Se cuenta una historia de tarde de graduados, que la disertación principal, la daría un distinguido orador reverendo de una iglesia cercana a aquella universidad. Los muchachos chicos y chicas, estaban ansiosos para que aquel protocolo pasara rápido y llegara el tiempo de la ceremonia de graduación; las fotos y diplomas en sus manos, ya los querían tener.

Luego de los agradecimientos y saludos iniciales, el orador, dijo que la mejor manera de valorar a quienes les ayudaron a llegar a este logro, sería con una sencilla historia de antaño. “Dos jóvenes amigos de escuela y de universidad, fueron invitados a una tarde de pesca, por el padre de uno de ellos que fue marinero experimentado. Ya en los años de retiro tenía un pequeño yate con el que salía a pescar como forma de ocio y gratitud con el mar.

Luego de algunas horas de diversión y de haber encontrado buenos ejemplares, que picaron las carnadas; giraron la embarcación para el regreso. Sobre las tres de la tarde de aquel día, se desató una tormenta inesperada; una de las grandes olas sacó a los dos jóvenes de la embarcación que estaba siendo cruelmente azotada por olas de más de 10 metros. El padre, logró asirse de una baranda y no se dejó sacar de la embarcación.

Una vez que recobró la visión y la tranquilidad, observó a los dos jóvenes, nadando y luchando para regresar al yate; encontró a la mano dos manilas; de inmediato le envió una a cada uno, dio con buen tino que ambos agarraron la suya. Cuando estaba halando a uno de ellos, se reventó la cuerda y volvió a quedar a la deriva; lo mismo ocurrió al segundo muchacho; las olas del mar embravecido seguían golpeando la embarcación.

Aquel marinero, logró encontrar otra cuerda más larga, pero tuvo que tomar una decisión que cambiaría el rumbo de aquellas tres almas; ¿se la envió a mi hijo o se la envió al joven amigo? -soy responsable ante sus padres por él; mi hijo es conocedor de la palabra de Dios, pero el otro chico desconoce a nuestro Creador- el marinero envió la cuerda al amigo desconocido; con la esperanza, de subirlo al yate y de inmediato, tirarle la cuerda al hijo.

Cuándo hubo subido al muchacho, miro a su alrededor y no vio a su hijo; grito con todas sus fuerzas ¡hijo te amo, perdóname, el Señor de los cielos te guarde! -nunca apareció el hijo de aquel, buen hombre- Todos los muchachos estaban atónitos con la historia; el anciano orador, necesito unos segundos para recuperar la voz, -estaba bañado en lágrimas- ¡Jóvenes, habló fuerte, todos los días doy gracias a aquel hombre; por que el joven rescatado soy yo!

Por favor agradezcan a quienes los han ayudado, desde que nacieron, para hoy recibir este título de profesionales; que se, les cambiará la vida. ¡Buenas tardes, disfruten la fiesta!