LA SALIDA DE MÉXICO DEL GRUPO DE LIMA Y LA DOCTRINA ESTRADA
La aparente salida de México del llamado Grupo de Lima y la presencia de un representante de ese país en la falsa toma de posesión de Maduro, ha hecho que mucha gente suponga que es algo así como una traición, motivada a que López Obrador es chavista. En realidad se trata de algo mucho menos superficial, pues desde la década de 1930 México ha hecho de la llamada Doctrina Estrada el eje fundamental de su política exterior. Recientemente dio indicios de alejarse de esa posición y eso le hizo mucho daño al prestigio de su Cancillería, que está entre las mejores de América Latina, y López Obrador lo que ha hecho es regresar con fuerza a su aplicación como una manera de afianzar el prestigio de México.
La Doctrina Estrada puede sintetizarse en palabras de su mismo gestor, así: “El gobierno de México no otorga reconocimiento porque considera que esta práctica es denigrante, ya que a más de herir la soberanía de las otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores pueden ser calificados en cualquier sentido por otros gobiernos, quienes, de hecho, asumen una actitud de crítica al decidir favorable o desfavorablemente sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros. El gobierno mexicano sólo se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos, sin calificar precipitadamente, ni a posteriori, el derecho de las naciones para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades.”
De manera que es obvio que las razones del nuevo gobierno mexicano no tienen nada que ver con apoyar a Maduro ni nada por el estilo. López Obrador es, sin duda, un oportunista, y más bien deberíamos ver con buenos ojos que no haya decidido restearse con el régimen venezolano, sino mantenerse en una muy discreta sombra, pues implica que no le ve mucho futuro a Maduro. Algunos dirán que lo de la Doctrina Estrada no pasa de ser un recurso para no definirse, o una coartada. Pero el hecho es que existe, y nosotros debemos dejar de lado la paranoia y entender que no somos el ombligo del mundo. Afortunadamente, porque hoy en día el ombligo del mundo está más loco que una cabra.
