La vida de una vela - Por G. J. Villegas

Recuerdo cuando me formé en el interior de un molde. Todo estaba muy caliente pero me sentía cómodo, totalmente gusto. Dentro de mí figuraba una cuerda que sería mi compañera el resto de mi vida.

Mi destino era precioso, útil, necesario. Un blanco reluciente era mi vestidura y un adorno elegante le daba forma a mi traje.

Entonces llegó el día de demostrar de lo que era capaz. Una noche de tormenta, donde los relámpagos iluminaban el cielo oscuro y sombrío. La luz del hogar era nula. Entre sombras y espacios opacos caminaban mis conocidos, aquellos mismos que me formaron, que dieron mi adorno para lucir.

Cuando encendieron mi mecha, sus rostros se iluminaron al verme brillar. Un lugar destacado me dieron en la sala, me protegieron del viento y el rocío de la lluvia.

Estuve presente durante la conversación amena, y poco a poco me desvestía y despojaba de mi adorno mientras la llama consumía mi interior. Como raíces debajo de mí se extendía mi cuerpo. Poco a poco me fui haciendo más pequeño; hasta que no quedó nada de mí.

Solo un recuerdo efímero de una vida corta… útil, pero corta. Al menos me queda la satisfacción de haber traído luz donde dominaba la oscuridad.