Los dejaré salir... Por G J. Villegas

Está todo calmado y sereno, el ambiente propicio para escribir y soñar despierto mientras afloran mis ideas y se plasman sobre el papel. Un escenario perfecto para recibir pensamientos poéticos o relatos fascinantes que cautivan corazones.

De pronto, sin previo aviso, se oyen voces a corta distancia que discuten y gritan educadamente. Luego un perro ladra para anunciarse o para anunciar a alguien más. Un viejo radio toca una música bailable, y un estruendo metálico sorprende a la quietud, poniendo en fuga lo poco que quedaba de tranquilidad.

¿Por qué tanta distracción repentina? Justo cuando comenzaba a dar forma a mi historia, cuando iniciaba la rima de mis versos, cuando suspiraba sonriente por la fugaz idea que cruzó por mi mente al ver una foto, al recordar un evento. Cuando transcribía solo un par de palabras en medio de la calma y la inspiración, entonces ocurre que el corcel loco del ruido y el disturbio se presenta relinchante y agita su crin frente a mi rostro.

Este escenario es saboteado cada día, pero he aprendido a continuar la función a pesar de los abucheos. Sin embargo tomaré medidas. Como un tumulto en confusión habitan en mí un gran número de seres imaginarios que desean escapar y salir, mostrarse al mundo y contar sus historias.

Los dejaré salir, pero les advierto que allá afuera no hay nada, no hay aplausos, no hay un oído que escuche, no hay brazos esperando para darles amor. Afuera solo viven los corceles del disturbio, de la distracción. Un orden de prioridades donde ustedes no estarán en último lugar, ni siquiera estarán en la lista. Solo una jugada fortuita, una casualidad inadvertida, les permitirá ser vistos brevemente y quizá reverenciados con media sonrisa. Afuera su vida será vacía y absurda.

Pero los dejaré salir. Ya no los contendré más. Sé que con el tiempo muchos los imitarán y unos pocos los valorarán; solo les pido que no les cuenten de mí, no digan de donde han venido, ni quien les abrió la puerta.

Para cuando se den cuenta que han salido para nada y sientan que su vida se esfuma en un montón de egoísmo e hipocresía, y deseen volver a su lugar de origen; para entonces hablaré otro idioma, uno que no entenderán, y mi rostro será diferente, no me reconocerán. Tendrán que lidiar con su fortuna por ustedes mismos. Confío en que podrán hacerlo.

Yo, por mi parte, seguiré detrás de mi escritorio, lleno de inspiración e ideas; escuchando ladrar al perro y la horrible música del viejo radio. Haciéndome el sordo por el bien de mis personajes.