Problemas del hogar #2 [Serie de tres relatos]

in #literatura5 years ago (edited)

¡Hola chicos! ¿Cómo están? Hoy les traigo la segunda parte de una serie de tres relatos sobre problemas familiares que viven muchas personas en la actualidad. Me gustaría agregar que NO es basado en una experiencia personal, simplemente fue un tema que me interesó escribir. En este apartado habrá lenguaje un poco fuerte. Espero les guste.


Discusión.

Dicen que el tiempo cambia a las personas. Pero dejé de creer en ello cuando en mi pequeña conciencia infante, comprendí que quien debía ser un ejemplo para mí, jamás lo sería.

Tal vez me estaba convirtiendo en algo que realmente no deseaba ser. Después de tanto tiempo de peleas en la casa, de llantos, de alegrías efímeras y cenas en familia una vez cada tres meses, había comprendido que no tendría una vida normal, no como cualquier otro niño de mi escuela.

Nuestros problemas económicos se acrecentaban, mi madre, como buena ama de casa, se encargaba de todo para que mi padre cumpliera con su trabajo sin inconvenientes; comida, ropa limpia.Y por supuesto, las peleas diarias no se hacían esperar. Me parecía injusto tener que soportarlo todas las noches. Me parecía injusto sentirme sosegada por tener unos audífonos —que le robé a mi prima— que me ayudaran a sobrellevar la situación; a internarme en un mundo de música muy fuerte y pesada, tanto que no permitiera que las voces de disgusto de ambos lados me hicieran recordar que estaban discutiendo. Todas las noches, en mi hogar, era una tortura.

O así se sentía a mis doce años.

Dicen que cuando se llega a la adolescencia solemos darle más importancia a problemas que realmente no lo tienen. ¿Será por ese motivo que me sentía así? ¿El poseer un pequeño odio por la indiferencia de mi padre, quien se volvió un monstruo en mi infancia, y ahora intentaba redimir sus errores cenando en familia cuando se acordaba que tenía una? ¿Es culpa de la adolescencia tener miedo de seguir viviendo con él? ¿De no saber cuándo podría explotar en contra de mamá?

Quería engañarme de que era eso. Quería creer que era la etapa, los pensamientos, las hormonas; quería creer que mi mundo empeoraba por el cambio de perspectiva.

Pero me di cuenta que sólo era una farsa, tal vez muy tarde.

Esa noche la pelea se intensificó más de lo que temía. Todos mis temores se materializaron, todas mis pesadillas de niñas se revolcaron frente a mi de la forma más terrorífica posible, recordándome que todo puede ser peor. Siempre puede ser peor.

Esa vez el tema de discusión era la comida. Mi padre se había olvidado de comprar algo para la cena, porque venía muy ansioso por jugar dominó en la computadora. La nevera estaba vacía, y mamá se lo reclamó. Ella también estaba cansada, podía notarlo en su rostro, en las arrugas que le salían con más frecuencia, en las predominantes canas que teñían su original cabello castaño, en su actitud desanimada, atosigada por tantos problemas encima. Quería ayudarla, no había nada más que me doliese que ver a mi madre deteriorarse de tal forma. ¿Cómo podía ayudar?

Empezaron a gritar. Busqué mis audífonos, pero no los conseguí.

—¡¿Hasta cuándo será lo mismo?! ¡Dime! —gritaba mamá—. ¡Esta maldita computadora ya me tiene harta!

—¿No puedes dejarme en paz? Te dije que se me olvidó, mañana compro algo. ¿No ves que estoy ocupado?

—¿Y que vamos a comer? ¿Que le doy a la niña? —Escuché un bufido por parte de mi padre, lleno de desinterés.

—¡Por favor! Tiene doce años, ya está grandecita como para tener una noche sin cenar, no seas dramática.

Mamá no pudo soportar su comentario. Me asomé cuidadosamente por la puerta de mi habitación para observar la discusión; por primera vez en tanto tiempo quería ver lo que ocurría, quería ver el rostro de mamá y asegurarme que estaría bien. Ella volvía a llorar de la rabia, de saber que no había que pudiese hacer por la hora, sabía a la perfección que todas las tiendas cerraban antes de las ocho de la noche, por seguridad. ¿Y él? ¿Qué hacía? Le importaba muy poco.

Mamá caminó con rapidez a la cocina. Cuando enfoqué mi vista vi un cuchillo en su mano derecha. Abrí los ojos sorprendida, temerosa. ´¿Qué iba a hacer? ¿Por qué tomaba un cuchillo? Mi corazón latía desesperado. Quería salir y detenerla, pero mi cuerpo me lo impedía, no podía moverme. No me di cuenta del temblor en mis piernas, sólo me quedaba rezar por que mamá no hiciera una locura.

En la sala, con el cuchillo en la mano, se agachó a una de las esquinas de la pared y cortó lo que parecía ser un cable. En un parpadeo la computadora pasó de estar encendida a apagada. Y eso fue un grave error.

Papá lanzó un grito que estremeció mi cuerpo. Un animal herido, un animal enojado, no lo sabía con exactitud, pero se abalanzó sobre mamá y le gritó todas las palabrotas existentes en nuestro vocabulario. Desde lo que era hasta de lo que se iba a morir. Ella lloraba bajo él, le gritaba que moriría sentado en una computadora si continuaba así. ¿Y yo? Una temerosa espectadora.

Dejé mi papel al observar como él alzaba su mano. Le iba a pegar, no podía permitirlo.

—¡Para! ¡No lo hagas! —grité corriendo para impedirlo. Me abalancé sobre ambos y dejé que el golpe chocara en mi rostro y no en el de mi mamá.

Caí al lado de ambos. No fue una cachetada, fue un puñetazo, porque dolía mucho. Mi vista se nubló de lágrimas, de terror, del deseo de huir y nunca regresar. Quería desaparecer junto a mamá y dejarlo solo.

Ella gritó de rabia. Atacó a papá con sus palmas. Él la sostuvo del brazo y la empujó en contra de la pared con fuerza, con mucha fuerza. Mamá soltó un pequeño gemido y cayó al suelo, todavía consciente. En la habitación sólo se escuchaban nuestros llantos acoplados. Quería irme, huir.

No supe cuándo, pero él salió de la casa, se fue.

Me arrastré como pude hacia mamá. Toqué su rostro con dulzura, intenté vanamente secarle las lágrimas.

—Mami, me quiero ir. Vámonos a otro lugar. Vámonos de aquí. —Ella solo asintió, y me dio un abrazo.

Si no aprovechábamos la oportunidad, volvería. El monstruo de mi casa regresaría, y esa vez no habría escapatoria.




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Me gusto demasiado, lo he disfrutado de principio a fin.

Que triste @adrianaysm, desafortunadamente casos de la vida real. Saludos!

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