En cualquier momento me puede pasar algo que me cambie la vida

Bendito sea el año, el punto, el día, la estación, el lugar, el mes, la hora y en país en el cual su encantadora mirada encadenóse a la mía.
Francisco Petrarca

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En un momento pasa algo que desencadena una tragedia y muchas vidas se ven afectadas. A veces basta un segundo.
Seguro que todos estamos de acuerdo con esto. Lo sabemos.

Sin embargo cuando yo le digo a alguien: No te preocupes, a lo mejor, de pronto, pasa algo y te cambia la vida en un segundo y todo se te arregla.
No, pero eso no es así, las cosas se puede arreglar, pero siempre toma tiempo..., me responde. O sea, creen en las brujas, pero no en las hadas.
Una de dos, o estamos de acuerdo en que las cosas pueden cambiar rápidamente tanto para mal como para bien, o pensamos que todo toma su tiempo.

Venimos sumergidos en la cultura de "lo difícil", "la letra con sangre entra...", "todo lo que vale cuesta...", "nada viene al mundo sin dolor...". Esperamos todo el tiempo que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas. Pero no podemos pensar que las cosas pueden arreglarse en un segundo. Sin embargo siempre hay alguien que se saca la lotería.

Cuando algo malo nos pasa recordamos el "instante exacto" en que sucedió. El momento preciso cuando nos despidieron, o nos dejaron, o nos enteramos que nos engañaban, o nos dijeron que estábamos enfermos. lo contamos. Casi con un secreto morbo.

Pero cuando conocemos a la "persona justa", o nos ofrecen ese trabajo maravilloso, o nos llaman por teléfono para ofrecernos un negocio genial decimos, "No, espera un poco, no lo quememos". o sea, volvemos a creer en las brujas.
Y, en cambio, sí decimos: "Por favor, sé realista..." . Una vez una persona muy allegada a mí en ese momento, me dijo: "Ahora he logrado convencer a (la pareja) de que nos ajustemos, y ahora vivimos miserablemente, pero es nuestra realidad". ¡No estoy de acuerdo! Yo puedo ser pobre, pero ser miserable, es una elección.

Muchas veces vivimos atrapados en pautas de enojo y frustración. Tenemos problemas por todas partes. Pensar positivamente no ocupa un lugar elevado en nuestra lista de soluciones. Pero,claro, somos "inteligentes" y no podemos "disfrazar la realidad". Y nos rodeamos de personas que apoyan esa idea (y, por supuesto, a los que también les va horrible).

Nos alivia decir que somos "realistas". En realidad, lo que estamos viendo es increíblemente negativo. Vemos las cosas infinitamente peor de lo que son. Usamos el pesimismo como un escudo para defendernos de los posibles sufrimientos.

No queremos más expectativas frustradas. Pero ese escudo nos aísla no solo del dolor, sino también del placer. No vemos posibles soluciones y nos transformamos en "viejos amargados".
Ser "viejo" no es una cuestión de edad, sino de postura frente a la vida.

Por eso, busquemos las pistas de nuestra felicidad. Recordemos los minutos en los que la vida tocó a nuestra puerta. No nos pongamos orejeras porque sino cuando llame (que siempre llama) no la vamos a escuchar. Esperemos con fe el milagro y seguramente va a llegar.

Tomado de: Mentruit, Otilia (2010). Diez puertas para ser feliz.