El primer responsable de tu éxito o fracaso eres tú. En ese sentido, es importante que internalices el triunfo y todo aquello necesario para obtenerlo. Debes convertirte en tu primer aliado, identifica tus objetivos y a partir de allí haz todo lo necesario para conseguirlos.

Las acciones que lleves a cabo derivan en unos resultados exactos, proporcionales a tus esfuerzos, por lo que si tu empeño es menor, esperar grandes logros puede ocasionar un impacto considerable en el marco de tus aspiraciones. A eso se refiere ''evita ser tu primer enemigo'', y por el contrario, sé tu primer cómplice. Compromete contigo mismo, focalizate y actúa en consecuencia. El efecto que eso ocasionará es algo que nada ni nadie podrá detener y que sin duda garantiza el éxito.