Un día como hoy: Thomas Mann
La vida, dice algún filósofo, juega extrañas partidas de ajedrez con los humanos; convertidos en peones que se mueven, sin saberlo, a lo largo de blancos días y de negras noches, Así como los peones humildes en el tablero, pueden convertirse en poderosas piezas, así los humanos podemos cambiar tanto, como para no reconocernos a nosotros mismos al cabo de varios años. Esto le sucedió a un joven llamado Hans Castorp, pequeño burgués de vida apacible, preocupado solo por sus intrascendentes comodidades de cada día.
Hans Castorp, viajó a un sanatorio en lo alto de una montaña, para un tratamiento de pocas semanas, pero al final, su estancia se prolonga por varios años. A lo largo de ese tiempo, aquel jovencito sufrió una profunda transformación interior y se convirtió en un hombre pensante, reflexivo, con una visión más amplia del mundo.
Ese viaje a lo alto de la montaña, con sus vacíos y sus miedos, con sus vacilaciones y sorpresas, con todo su desaliento, es una metáfora de otros viajes del ser humano.
Ese viaje es una metáfora de la aventura del conocimiento, con todos sus azares y sacrificios, con toda la liberación que otorga el mundo del saber; liberación dolorosa, pero noble y definitiva.