Un carro para Juan - Otra parte de un cuento

in #palnet5 years ago (edited)

“Es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.”

Gabriel García Márquez

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Caracas le sonrió a Juanchi, le puso su mejor cara, lo apoyó y ayudó a salir adelante. Con el tiempo, él pudo comprar un rancho en un mejor sitio, cerca del puente "Los leones", por un callejón que llamaban "La línea", antiguo paso de un ferrocarril. Con mucho esfuerzo, lo tumbó y construyó en su lugar una casa pequeña de dos plantas independientes, siempre pensando en el negocio, a pesar de tener seis hijos viviendo con él y Vicenta, prefirió construir dos casitas en vez de una más cómoda. Cada planta contenía tres mini cuartos, una salita-comedor y una cocina con un baño incluido al fondo. Su idea era alquilar la planta baja y vivir en la planta alta porque le permitía vista a la calle por encima de la casa situada en la avenida y la de abajo tenía sólo vista al paredón de esa casa.

Con lo que no contaba Juanchi era con que su hijo mayor regresaría al hogar, desde el interior, con una mujer embarazada. Entonces y en vista de que no había manera de que cupiese en la planta de arriba, le prestó a su hijo la planta de abajo por un tiempo, mientras él conseguía un lugar propio para irse a vivir. Pero, pasaron los años y su hijo nunca se fue a ningún lado lo que causó rencillas entre ambos. Viviendo allí, José trajo al mundo tres hijos : un varón y dos hembras. El primogénito se le murió antes de cumplir un año, pero la vida continuó, siempre en conflictos con Juanchi, quien no cesaba de recordarle: "El que se casa, casa quiere".

El trabajo esmerado y el ahorro férreo, le permitió a Juanchi comprarse un carro de segunda mano, un Buick al que llamó "Valiente", porque decía que era fiel y guapo para andar aún en circunstancias extremas. Ese carro se convirtió en la niña de sus ojos, todo lo que producía era para "Valiente" y la comida; ni para ropa, ni para los estudios de sus hijos, ni para gastos varios; de eso se tenía que encargar Vicenta, a duras penas, con lo que producía su costura (que no era mucho, pero tenía que arreglárselas).

Con "Valiente" la familia salía de paseo a ríos y playas, viajaban a su pueblo en navidad y vacaciones. El alcohol ya no era importante para Juanchi, pues su mente y energías estaban enfocados en ahorrar para comprar un carro más nuevo, luego de la venta de "Valiente". Y ¡lo logró! Pudo comprarse un flamante Ford Fairlane azul, que adoraba, aunque no le puso nombre, simplemente lo llamaba "el fairlán".

Con "el fairlán", la familia disfrutó de buenos momentos, pues era un carro con mínimas exigencias de repuestos por lo que les alcanzaba para salir de paseo y viajar al interior más seguido. Pero, un día al ir de madrugada, como siempre, al estacionamiento donde lo paraba, el carro no estaba, se robaron su Fairlane.

Juanchi puso la denuncia y recorrió cielo y tierra, buscándolo. A los tres días, lo recuperó aunque sólo el caparazón, pues nada tenía. Compungido, resolvió venderlo para no perderlo todo y comenzó de nuevo a ahorrar, con una fortaleza envidiable. Después que salía del liceo, "mataba tigres" con trabajos de albañilería y los sábados y domingos, igual. No tenía reposo, su voluntad estaba casada con la idea de tener un nuevo carro y, nuevamente, ¡lo logró!

Así, llegó a su vida "Chepina", una camioneta ranchera Fairlane que lo acompañó en su regreso al oriente del país, a vivir en una ciudad del interior más tranquila que Caracas y cercana a su pueblo natal, donde compró una buena casa con jardín y garage. Montó una bodega en un ala de la casa y "Chepina" le servía en sus viajes al mercado.

Ya todos sus hijos se habían casado cuando se mudó y sólo vivían en la casa: él, Vicenta y "Chepina", que era como una nieta consentida. Con ella, iba donde quisiera y hasta la transformaba en taxi, cuando quería un dinerito extra. Pasaron otros años y aún anciano, la conducía. Luego, se enfermó y en su lecho de muerte, estaba pendiente de ella: -Cuiden a la "Chepina", no la vendan - les decía a los hijos que venían a visitarlo. Por esos mismos días, recostado en una mecedora en el porche de su casa, contemplaba la camioneta con ojos de tristeza, los entrecerró y parece que otro carro lo esperaba para llevárselo al cielo, porque no volvió.

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Por Zeleira Cordero @zeleiracordero.

11/08/2019

Las imágenes son de Pixabay CC0 Creative Commons

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Hola.
Tu cuento me parece muy urbano. Me recuerda a autores muy contemporáneos como Méndez Guédez, Luis Carlos Neves y Milagros Socorros, por lo de esos elementos de ciudad, cotidianos, alegóricos a los gajes del oficio diario de vivir.
Saludos, @zeleiracordero.
Gracias por compartir.
Siempre es grato leerte.

Gracias por la comparación, @sandracabrera. Siempre es grato sentirte cerca.

A ti, por ofrecer tus letras.
Saludos.

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