El filandón de los monstruos
Decía Jung, en una obra pretendidamente autobiográfica que recomiendo a todos aquellos que quieran empezar a introducirse en el maravilloso universo del inconsciente y los mitos, que a los monstruos que frecuentemente aparecen en los templos de origen románico y gótico, había que tratarlos como a pacientes (1).
Posiblemente más humanos, en el fondo, que el vergonzoso tratamiento recibido por los personajes reales que mostraban en un circo sus horribles defectos físicos como modelo de entretenimiento de una canalla popular prepotente, cobarde y henchida en el fondo de prejuicios (2), el bestiario medieval aparece, no obstante y a primera vista, como una divertida referencia que atañe directamente a esas cualidades de virtudes y defectos, que en mayor o en menor medida, componen nuestra personalidad.
Divertida, así mismo, era la opinión de un grande de la Iglesia, Bernardo de Clairvaux o de Claraval, en su voz latina, que veía, sin embargo, en todas estas representaciones, una ridiculez, que no hacía, sino distraer a los monjes de su verdadero cometido, que no era otro que seguir fielmente la Regla del Ora et Labora; es decir, del reza y trabaja.
Una de las tradiciones populares, cuyos antecedentes se remontan, cuando menos a esa época oscura en la que los antepasados se reunían alrededor del fuego, es el filandón.
Una descripción sencilla del filandón, podría resumirse como aquella reunión vecinal, realizada, por lo general, en la casa comunitaria del pueblo –en el caso de las ciudades, podrían citarse las aceras de los portales, los patios o las corralas- donde al amparo de un buen fuego, en invierno, hombres, mujeres y niños se reunían para dedicarse a sus labores respectivas y contar historias, donde no faltaban a la cita, todos los monstruos nacidos de mitologías anteriores, que fueron engrosando el basto universo de las leyendas y tradiciones populares.
Posiblemente, de los filandones deriven también los populares cuentos de Calleja, las fábulas de Samaniego y por supuesto, las inolvidables historias de los abuelos, que todo nieto recuerda con nostalgia y con pasión.
Dejando aparte el matiz político con el que la Iglesia trataba a todos estos personajes –sirenas, arpías, serpientes, dragones, basiliscos, centauros, etc- que formaban parte de las creencias y cultos que hemos de considerar como precristianos, y por defecto, demonizados, hasta el punto de atribuirles, generalmente, características de vicios y pecados de los que debía alejarse y combatir un buen cristiano, psicólogos, como el citado C.G. Jung, veían en ellos arquetipos con una existencia propia, que surgidos de lo más profundo del inconsciente colectivo, prevalecían en la psique del individuo, hasta el punto de causarle diversos disturbios, que entrarían en la categoría de neuras.
Por supuesto, la visión espiritual de la Iglesia, no admitía otro remedio que la condenación eterna a unos infiernos, que interpretados literalmente, hacían que los pecadores sufrieran horribles torturas, a cual más sofisticada y dolorosa, dependiendo del grado o la categoría del pecado cometido, detalle que también expuso, de manera magistral, aquél genio del Renacimiento italiano, que fuera el poeta Dante Alighieri.
Representados en solitario o bien en conjunto, encerrados dentro de apartados o metopas, su presencia en los templos llama poderosamente la atención. Y sin faltar a la objetividad, podría añadirse, además, que los canteros románicos y góticos, al aprovechar los espacios de la piedra, también fueron, de alguna manera, los precursores de las viñetas modernas. Ejemplo, del que podríamos tener una clara referencia, en los maravillosos retablos góticos, por cuya calidad y especialización, cabrían citar, particularmente, las escuelas flamencas.
Notas, Referencias y Bibliografía:
(1) C.G. Jung: ‘Recuerdos, sueños, pensamientos’, editorial Seix Barral, S.A., 3ª edición, Barcelona, noviembre de 1981.
(2) Referencia a todo un clásico, como es la película ‘La parada de los monstruos’, dirigida en 1932 por Tod Browning, padre cinematográfico de las sagas sobre el famoso personaje de Bram Stocker, el conde Drácula, interpretadas por el actor de origen húngaro Bela Lugosi.
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De que nivel seria mi tortura?? Fue lo que vino a mi mente. Voy a sacar cuentas sobre el grado o categoría. Gracias por compartir tantos conocimientos.
Ay, amiga: nadie mejor que uno mismo para responder a eso
Caray! Esa sirena tiene mas curvas que yo!
Ja, ja, ja...es que se cuida y va todos los días al gimnasio