Sin duda uno de los seres más maravillosos de la naturaleza, son las mariposas. Estos extraordinarios insectos han sido objeto de adoración desde nuestros antepasados, quienes las consideraban seres divinos ya que creían que llevaban el alma de los muertos hasta Dios, o que llevaban los deseos de los hombres hasta el Altísimo. Aún hoy en día son admiradas por las diversas culturas, simbolizando el mundo espiritual, los ideales de libertad y el cambio.

Y es que la mariposa es tan excepcional que ha sido valorada en toda su existencia: desde la forma de poner los huevos y la transformación por la que tienen que atravesar para llegar a adulta, hasta la belleza inigualable de la morfología de sus coloridas alas.

A lo largo de la historia de la humanidad, ha sido observada y estudiada desde los múltiples enfoques, ha inspirado poemas y teorías, y ha sido musa de innumerables metáforas que seguramente jamás nos cuestionamos.

Se dice que cuando nos enamoramos "sentimos mariposas en la panza", una frase armada que quizás hoy no sea tan asequible. Aunque siempre está presente la ciencia, para explicarnos que lo que sentimos no es más que eso: una sensación. Lo cierto es que toda situación genera una reacción en nuestro cuerpo, y por ejemplo, cuando vemos a la persona amada "sentimos" esa sensación de las mariposas, dado que nuestro organismo produce hormonas específicas que paralizan los músculos gástricos para poder centrar toda la energía en brazos y piernas, por si necesitamos huir o luchar, haciendo sentir un cosquilleo en el estómago, que en realidad no es más que la irrigación sanguínea. Lo que tenemos que saber es que esta misma reacción la tenemos frente a todos los estresores por igual. Por lo tanto, si nos encontramos en una situación de riesgo o exposición, también tendremos esta sensación.

La verdadera metáfora, o porqué no, la adaptada a nuestra era, está en que nuestros días tan virtuales, quizás el encuentro con el otro sea un estresor. Y que esa sensación de mariposas no signifique haber encontrado el amor verdadero, sino haber encontrado un amor real, entre tantos posibles.

Así, es factible que frente a ese otro real, y no virtual, nos preparemos para luchar o huida; para amarnos, no como construcción sino como deconstrucción y luchar, o admitir que no estamos preparados para salir de nuestra zona de confort, y huir, libremente, como una mariposa.