POESÍA: La voz perdida (VIII)

Fuego para construir un castillo de sal
en donde puedo ver morir los hijos perdidos
de las ciudades desmemoriadas que crecen
sobre sí mismas y fatigan la carne del poema
que se hace presa donde nos destruimos
para crecer entre niebla y polvo

Algunos somos niños adorables
que comemos manzanas ácidas y comenzamos a delirar
con los besos desgarradores de las horas

Y ayer que éramos simples luciérnagas
hoy nos desnudamos para que el metal rojo
cicatrice nuestro cuerpo nuestro espíritu
y no seremos lo que fuimos antes
ya no jugamos en columpios solares
y emprendemos el largo camino
la imposible aspiración de reencontrar la inocencia

Por eso pienso que mi abandono
ha sido una infructuosa siembra
de árboles en el mar.
Cada poema ha sido una pelea imposible:
no he ganado ni he perdido
sólo he obtenido la pureza
del resplandor en la hierba
aquel tiempo
perdido amado besado odiado acariciado mordido
no volverá a ser el sol de mis días.