POESÍA: Otros Poemas(VI)

VI

Fobia al terror a lo indecible a la tribulación a la palabra terrible llena de paranoia a la voz entrecortada. A la boca vacía de palabras. Al escozor. A las horas detenidas. A la medicina que atormenta. Al aluvión al movimiento de la palabra que domina. A los charcos al asco de las reuniones a los ojos sangrientos al aullido reprimido. Pelea de la quietud visión de la tranquilidad hecha muerte. Sueño cortado por sudores por vientos por temblores. La luz rompiendo los ojos muertos. Es la convalecencia de sobrevivir cada día

Materia tubos metales válvulas agujas medidas más exáctas que la voz de Dios carne volviéndose máquina gente perdiendo su forma funcionando no según su capricho sino porque suena la sirena sometimiento ante la fascinación de los tornillos que copulan. Nadie duerme se apaga el motor se enfría la máquina se consume el veneno que antes era vida. No hay hombres ni mujeres no hay fuegos que asusten no hay infancia. No hay piel que se vuelva océano a ser rozada por las manos

Soy nadie. Derretido por una máscara sin rostro. Me evaporé. Espero que el tiempo se detenga. Ciego. Inocente. Permaneciendo encarcelado con las rejas abiertas porque afuera sólo hay abismos. Suicidios. Nombres olvidados y borrados. Historia que desaparece

Uno a uno los nervios se vuelven materia fundida. A fuerza de llenar con odio una forma que comienza a tener cuerpo está sumergido en aguas que le hace gritar como aquellos que fueron gaseados. Cuerpo programado para incorporarse a la maquinaria. Sonidos repetidos en el cuerpo violado dominado por el silencio de los relojes

La ciudad está llena de sangre se rompe con la línea del dolor no se limpia no hay vergüenza. Succiona a los enfermos les quita su sangre les promete un futuro. Mete sus manos en su jarra siente el espesor la vitalidad el calor de los desaparecidos. Nadie escapa algunos ruegan “piedad piedad” y no se les ve más. El río es un cómplice con rostro delator

El cielo es libre desde hace mucho tiempo. Cada estrella se desborda e inunda las calles. El cielo es una espada de acero que corta el viento con sus manos ácidas. En sus dedos se descifra el destino de quienes miran hacia arriba. Nadie puede decir su nombre el lenguaje es pobre para eso. Todos quieren morir. No hay nombres ni culpables. Los seres sin vida son los que más viven

El diamante loco está encerrado en el cristal de la incomunicación. Algún imbécil pasa y hace sonar los barrotes de su celda cada mañana a las 8:00 a.m. se acomoda y se vuelve a ver las manos repite su nombre levanta furioso su desayuno choca en las calles los vidrios marcan su espacio deja ver su compañía. Un ángel apocalíptico viene a perseguirlo enturbiando toda posibilidad de evitar la locura diaria. Bebe un trago tiemblan sus manos no hay compañía para atravesar el puente

Es interrogado es acusado ante un tribunal cansado de su vida. El diamante loco está frente a la ley. No habrá respiración. No habrá roce. No habrá duelo. Nada de heridos. Nada de muertos. Nada de lágrimas. Un desayuno. Una conversación. Las delgadas líneas. Exclamaciones. La poesía que sale de su alma alivia sus heridas.

Gente que no puede ver la luna que no sabe nada del vuelo de los cuervos que no descifran las señales de la solución final que no pueden tomar el polvo en sus manos porque el asco es demasiado y hay que cuidar la presentación personal que no ven la maldición que los cubre a todos por no saber leer el pasado de sangre de los hombres que empezamos a morir pero aún las líneas se mantienen.