fuenteLluvia, petricor y una noche fría, compañeros de esta insípida alma, en busca de placer carnal. Bajo la tenue y amarillenta luz de un faro, con sombrilla en mano para cubrirme de aquellas lágrimas que el cielo no dejaba de derramar, yacía esperando a quien iba a saciar el deseo de mi pecaminoso cuerpo. Inquieto y un tanto molesto por la demora, encendí un cigarrillo, a la brevedad, sentí como la nicotina llegaba a mi cerebro y calmaba un poco mis ansias. Observe el reloj, y al levantar la mirada, la vi, cruzo la avenida, mientras se acercaba, su sonrisa mitigaba la molestia del retraso. La cubría un abrigo de plástico, se quitó la capucha y acto seguido, me beso, aquel impulso acelero un tanto mi corazón e inmediatamente incendio el deseo de poseerla. Correspondí a su beso haciéndolo más intenso, rosaba mi lengua con la de ella, la excitación se hacía notar, ella se percató de ello, su pierna no dejaba de frotar mi sexo. Me aparto bruscamente de su cuerpo y colocando el dedo índice entre mis labios, estropeó mis palabras, sonrió, guiño un ojo y dijo: sssshhh… no digas nada, guíame, la demora valdrá la pena. A continuación, abrió mi saco y del bolsillo interior izquierdo, saco la caja de cigarrillos, encendió uno, señal de que nos apresuráramos al lugar donde yaceríamos como amantes.

fuente Llegados al dormitorio, el sensual cuerpo femenino descanso sobre la cama, me quede a observarla por un momento, no era una modelo, es más, fisiológicamente era algo rellena, pero eso sí, todo en su santo lugar, de esas damas que, coloquialmente decimos los Venezolanos “tiene carne de dónde agarrar” o “está muy buena”.
Mientras mis ojos se perdían en ella, esta comenzó a masturbarse, una de sus manos acariciaba sus senos y la otra se perdía entre sus piernas, su mirada fija en mí, me excitaba, ella se mordía los labios y por momentos cerraba los ojos del placer que sentía. Mi pene estaba erector, deseaba penetrarla de una vez, pero el motivo de estar allí era que los dos nos saciáramos.

fuente Me acerque hasta la excitante mujer, y me entregue completamente al delirio, a la lujuria. Comencé besando sus piernas, mis labios trepaban desde la punta de sus pies y mientras, mis manos acariciaban la suavidad de su piel. Llegue a sus muslos, su esencia me envolvía, la fragancia de su sexo tan cerca, estimulaba mi libido, ya no me encontraba en esta dimensión, todo era placer. Alcance su abdomen (todavía no era el momento de probar su elixir) mis manos la tomaron por la cintura y mi boca seguía explorando su piel.

fuente Sus senos, hermosos, fueron domados por mis caricias, los mordía con suavidad pero con la fuerza necesaria para producir ese dolor placentero; escuchaba sus gemidos que confirmaban mis hechos.

Acepte el reto, no mencione palabra alguna. Acto seguido me coloque de rodillas, abrí sus piernas, las agarre y las lleve hasta mis hombros, cada una de ellas rodeaban mi cuello, mientras, la sujetaba de la cintura, su sexo quedo a merced de mi boca, inicié frotando mi lengua en sus labios vaginales, su clítoris se hizo sentir, lo apreté entre mis labios, a continuación, su cuerpo respondía a mis caricias, su gemidos comenzaron a inundar la habitación.