La ciudad destartalada (Confesionario)

Hace tiempo que no venía por estos lares a relatar un par de historias. Sólo puedo decir que vengo de la boca de una ciudad destartalada, una ciudad que, en pleno reencuentro, cambió mi forma de mirar a las personas y al mundo.

Caracas...¿qué te traes entre manos?

No sé cómo la gente se puede enamorar demasiado de Caracas. ¿Pero por qué tanta contradicción en mí misma? Si yo también me enamoré de su cielo y me enamoré bajo su cielo. Yo también besé a mis viejos amores mientras la ciudad nos arropaba, yo también corría para abrazar a algún amigo en alguna locación que me parecía mágica. Cuando despertar en casa rodeada de mis posesiones era mi propio paraíso; con sus ruidos, sus llantos, sus injusticias y su oscuridad. A pesar de todo, yo solía estar contenta (¿seguro?)

Pero todo se esfumó.

Yo cambié y no puedo mirar a Caracas con los mismos ojos de amor que antes.

En algún momento me sentí inspirada por la catástrofe de la ciudad y de un viejo hogar cayéndose a pedazos. Recorría mil calles, conocía mil caras, bailaba como borracha; pero esta vez me reencontré con mis pesares y entendí el desamor. Estaba sintiéndome horriblemente asfixiada incluso con mis recuerdos más preciados... todos se comenzaban a sentir como adornos molestos que irrumpían mi paz.

Cuando pisé tierra me bloqueé. Había un sinfín de razones y muchas cosas por entender; había una lección, pero también una lesión. Y en esta ocasión no siento que le deba explicaciones a nadie o un exacto por qué de mi pequeño desprecio a la ciudad que me vio nacer. Sé que de mi parte puede ser una exageración, pero es que todo se ha tratado de líneas paralelas... He pasado mucho tiempo de mi vida explorando universos paralelos, con las personas, con los lugares, con la mente y el momento.

Fuente

Todas las caras conocidas se empezaban a hacer cada vez más molestas, y de esta pequeña experiencia sólo pude rescatar un par de sonrisas y quizá un par de personas. La ciudad de mil tormentos sacó a la luz todas mis angustias... odio correr, odio mi distracción y mi sordera temporal.

Y así es como aprendí que mi hogar no es una casa rota llena de recuerdos y fotografías. No importaba cuántos libros amados hubieran en la casa o cuánto equipaje llevara o dejara. Creo que el hogar se vuelve confortable cuando nuestro hogar somos nosotros mismos, y es por eso que creo que los nómadas son seres de luz, inteligentes y llenos de fuerza.

No es fácil hacer de nuestro cuerpo un hogar para nosotros.

Y a ti, Caracas. Me despido con un cierre de ciclo y un par de desventuras autorizadas. Me despido porque, volveré, pero no volveré a sentir lo mismo.

Caracas, la ciudad que se apaga.