El cuento de dos ciudades | Literatura

in #spanish6 years ago (edited)

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Fuente: Pixabay

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Le conocían por ser snob. Un poco elitista y extraordinariamente interesante, como le gustaba decirse a sí mismo. Se destacaba entre las otras ciudades por ser alto, brillante, con cabello desordenado y un olor a cigarro y comidas extrañas, con una pizca de aventura en las venas del tráfico de carros amarillos. New York era extraordinario entre las tierras de América, no era tu ciudad típica. Tenía un carácter fuerte, una risa contagiosa y un atractivo que invitaba a cualquiera a conocerlo.

Y ella, la musa de sus días y objeto de sus desvelos, ella era todo lo contrario. Una ciudad de biblioteca, de historia y largos paseos a lo largo del Támesis. Londres estaba cobijada a su cultura, a los siglos que tenía existiendo en el corazón de los autores. A ser la base de los cuentos de tantos poetas, la reina del misterio y las deducciones. En su centro, la corona de un imperio, en su corazón, la guerra de décadas de la victoria sobre otras ciudades. Le daba sombra a intelectuales, cobijo y alimento a sus esperanzas. Era etérea, se reconstruyó tras los desastres, pero sobretodo, era una romántica empedernida con un acento que derretía el acero más brillante de New York.

New York estaba seguro de su amor, lo sabía desde el momento en el que el primer vuelo transatlántico le trajo un trocito del estilo de Londres. Ella, toda ecléctica pero tradicional, con sus edificios bajos con historia, con sus calles al revés y sus brillantes autos rojos era todo lo que New York deseaba sin saber. Una mujer con historia, pero con un espíritu guerrero intelectual que lo retaba a aprender.

Londres luchaba siempre contra la marea, en todos los sentidos. Desde su manejo del otro lado, hasta su lucha incesante por conservar las tradiciones salpicadas de modernidad. Para ella, la noche era aromas a comidas extranjeras mezclada con grandes recuerdos de tiempos llenos de poesía. Pero contra lo que no luchaba, era con su fascinación casi vergonzosa con los brillos que le daba New York en cada regalo. Trocitos de esperanza que alimentaba su corazón romántico.

Entre ellos había una diferencia de edad algo marcada, pero a New York no le importaba nada, y a Londres mucho menos. Entre ellos había química, extraña y algo complicada, pero ahí estaba. New York podía ser alto, ruidoso y orgulloso, pero en su centro había un parque, lleno de verde naturaleza que apelaba a un momento de tranquilidad en el caos de una metrópolis. Era un momento en el cual todo se desconectaba, y se hacía eco con los parques que salpican la vida de Londres día a día. Ambos, unidos a lo terrenal por aquellos espacios que eran su pulmón y corazón en simultáneo.

Pero lo de ellos era un amor más grande que todo eso. Incluso si los kilómetros que los separaban evitaban que entre ellos una relación al 100% fuese posible. Cuanto deseaba New York que Londres viviera junto a él en esta tierra de mezclas y transformaciones. Pero sabía que ella, en su orgullosa isla, estaba más que feliz rodeada de la historia que la hacía tan perfecta para él. Deseaba explorar sus calles, conocer el sistema que hacía latir su corazón extraordinario.

Para Londres, era una sensación diferente. Estar con New York era emocionante. Todas esas altas torres que le daban ese perfil emocionante, incluso luego de aquel lamentable incidente. Durante ese tiempo, New York cambió. Maduró y se convirtió en un adulto con experiencia en la parte mala de la vida. Paso de lo suaves pasos de una persona invencible, a alguien que fue atacado y que quedó en labor de reconstruirse por completo. Londres lo comprendía, las guerras le habían enseñado una cosa o dos sobre las renovaciones obligatorias de tu patio. Pero no dejaba que eso la desanimase, no. Ella veía en esas tragedias grandes lecciones. Y le había enseñado eso a New York, que en su ansia de superar ese terrible momento, se convirtió en su confidente y aliado de una forma más profunda.

Ahora, tiempo después, se sentían tan a gusto uno con el otro, que era imposible para otras ciudades no sentir envidia. París, con su refinado comportamiento, no lograba comprender lo que New York había visto en Londres. Le parecía una ciudad melancólica y demasiado intelectual. París estaba llena de romance, de sabores dulces y de grandes dramas. ¡Ella debía ser el foco de atención de la metrópolis! Pero no, él solo tenía ojos para la sabia Londres, que comprendía todo sobre las emociones de tantas culturas al mismo tiempo.

Mientras tanto, Ámsterdam solo pensaba en Londres, y como ella había encontrado al otro lado del océano lo que él nunca pudo ofrecerle y siempre quiso. Con su historia, con su locura y sus distritos variopintos, la excentricidad de Amsterdam supera con creces el multicultural perfil de New York, pero había algo que la ciudad de los tulipanes comprendía y que no muchos hacían. El alma de Londres, en el fondo, era aventurera. Y conectarse con alguien con el mismo sentimiento era algo que solo estaba en esos dos, llenos de adrenalina y con la misma sangre curiosa corriendo por sus venas subterráneas.

Pero ¿Cómo demuestran amor este par de ciudades tan distintas? No es sencillo, pero ya tienen una fórmula casi infalible. Por unos instantes, estas dos ciudades se unían. Esos hermosos vuelos transatlánticos, llenos de viajeros adormilados que llevaban poemas de amor por sobre el océano. El Atlántico, tan tropical y misterioso, no hacía más que reírse de ambos. Ese par de tortolos, con cartas de romance volando por encima de las nubes, directo al otro. Eran tan adorables, en su romance transatlántico.

¿Era normal para el océano sentir que estaba en el medio de ambos? No era su culpa claro está, pero se sentía como lo único que separaba a dos ciudades, unidas por algo tan extraordinariamente extraño. Hoy, Atlántico cobijaba a un vuelo que llevaba una muestra de arte al MET en New York, directo del Museo Moderno Tate. Era un regalo, una maravillosa prenda de afecto, como le decía Londres, solo para New York. Una forma de decir "Quiero que conozcas esta parte de mi" sin ser muy obvio. Ambos, nerds del arte, se deleitaron con sus préstamos, esos pequeños trozos de historia que construían un amor separado por el océano.


¿Cuantos kilometros hay de aquí a la ciudad de tus sueños?

Para mi, Londres y New York siempre han sido los lugares que espero conocer, y disfrutar al 100%. El contraste de culturas y la maravilla de ambos siempre me ha parecido hasta cierto punto, un misterio. Pero hoy, hoy se convirtió en una pequeña novela romántica. Y es que en ellas, hay un encanto que las hace la relación perfecta. Pero me separan kilómetros de cualquiera de ellas. Pero allá iré, eventualmente.

Y a tí, ¿cuántos kilómetros te separan de la ciudad que quieres conocer?

-A.

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